martes, 29 de mayo de 2018

Reseña #6: “La hechicera” de Marie NDiaye


El autor:
Kafka sería mi delantero, Saramago mi volante por derecha. Por izquierda mi paisano Juan Rulfo. Marie NDiaye sería mi crack con el 10 en la espalda, mi media-punta dispuesta a lanzar asistencias y celebrar el gol a la distancia. Marie NDiaye sería mi Harry Potter en una escoba en un partido de fútbol aéreo. De cancerbero Julio Cortázar. Ah, pero eso sí, García Márquez estaría de contención, atrasito de la niña escritora francesa de origen senegalés. Prodigio de la literatura desde los 16 años. 


Mis intereses:
Siruela hizo lo suyo: traducir al español las obras de Marie NDiaye y traerlas a Latinoamérica tan pronto como se supo de ella en Europa. Sin embargo, el arribo de La hechicera en las librerías colombianas fue a cuentagotas, así que comenzaron los encargos con amigos que viajaban a España o a otros países europeo (los menos). Las ediciones francesas circulaban de mano en mano, de biblioteca en biblioteca. Las fotocopias inundaron las facultades y los cafés de unos chicos con bigotes puntiagudos que más tarde terminarían convirtiéndose en hipsters. Hasta donde he investigado, Marie NDiaye es leída con más frecuencia en francés antes que en español. ¿Cuántos escritores han logrado eso? Me dirán que muchos… quiero nombres. 

Pero bueno, en realidad yo fui a los libros de viejo en busca de París era una fiesta del tío Hem, me habían dicho que había una hermosa edición del Círculo de lectores del 89 aquí en Bogotá y que ahí lo podía encontrar. Di con lo que buscaba, pero entre los pasillos di con este libro que su lectura resultó ser un partido entre el Liverpool y el Real Madrid, donde la realidad no era lo único que gobernaba (si no te gusta el fútbol, pregúntale a alguien qué puede significar lo dicho). Mi librero, estudiante de letras en la Nacho, me dijo que era el único ejemplar que había llegado y que desde entonces (no dijo desde cuándo) no había sido extraído de aquel estante. 

Salí de Libros y antigüedades Quevedo (no es comercial: carrera 11 N° 67-24) con "La hechicera" y "Paris era una fiesta". Feliz y contento como cualquier extranjero en la ciudad del español más hermoso del continente (quien opine lo contrario no le daré la razón y lo eliminaré de mis contactos del [feis]).




De qué va el libro:
Pues bien, la novela inicia (con un chingo de saltos narrativos pero que no patean la lectura, el cerebro hace lo suyo en ese caso) con dos niñas cabroncitas recibiendo los poderes femeninos de la madre: poderes de hechiceras como la metamorfosis y llorar hilos de sangre. ¿Estos son los poderes? Sí. Hijas y madre conviven con otras hechiceras en un país donde el mundo mágico convive con el mundo ordinario (en esta novela se invierte el escenario: ¿el huevo o la gallina?) y resuelven sus vicisitudes económicas, amatorias, escolares… la vida pues. 

El marido de la hechicera tiene nombre de luchador mexicano o personaje de comedia italiana (Pierrot) y éste se va de casa tras conocer la historia de un compañero del trabajo con el que se ha identificado: una mujer que no se interesa en él, un hijo que no lo respeta y antes lo insulta, una casa que mantiene con su salario y donde se ha ido convertido en un adorno o un fantasma. Se sabe que ahí está, pero poco importa ese tipo de presencia. La madre de la hechicera es una exprofesora que ahora hace de camarera con novio nuevo; el padre es un hombre que ha estafado a su empresa y el dinero se lo entregó a la hechicera como adelanto de una herencia, aunque en el fondo era una forma de tener en resguardo la plata. Pierrot se va de casa y se lleva la plata, la hechicera va en su búsqueda y lo encuentra con casa y familia nueva (una donde lo reconocen, lo quieren y no hay brujería). 


Mi opinión:
Eso nos lleva al punto central: que los mundos ordinario y extraordinario convivan no significa que lo hagan en paz. La crisis está en que los hombres en esta novela no reconocen la hechicería, y cuando es así la vigilan con gran ahínco que cualquier mujer que no la practique adecuadamente sufre el riesgo de sufrir las consecuencias penales. Veo un doble discurso: no existe, pero si insisten, mujeres malvadas, haremos que exista a nuestra manera. Es como la victoria pírrica y pendeja de nosotros los hombres frente a la “mujer-amenaza”. 

El feminismo de Marie Ndiaye surge de las lágrimas de sangre, del sufrimiento por las batallas perdidas. Y que al parecer la única tarea que tienen las mujeres-hechiceras, ya que han perdido las dos terceras partes de una guerra, consiste en recuperar los terrenos arrebatados (o sea que les pertenecieron) y al posicionarse de ellos hacer colectivos feministas y no por eso únicamente con mujeres. 



El poder de la metamorfosis en este escenario sirve para significar los recursos con los que se cuenta y que se vuelven necesario para hacer frente a lo cotidiano. Dos mundos compartidos y ejercidos por ellas: se vuelve urgente y necesario que las hijas y las nietas lo aprendan. Socializar el poder hechicero, mientras más lo posean y estén en nuestro bando hará menos pírrica la victoria que queremos alcanzar. 

Brevedades del libro:
Es más fácil dar con La hechicera en las librerías de viejo. Pero no se preocupen, en breve será galardonada con un premio asturiano y las cosas van a cambiar.

¡No se mueran nunca!

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