En la maestría hice mi tesis sobre el discurso
freudiano y el problema del método en el psicoanálisis. Mis hipótesis eran
modestas, pues en menos de ciento cincuenta páginas sostuve que si bien la
asociación libre fue producto de modificaciones ulteriores a la catarsis que
practicaron Freud y Breuer, tan bien es cierto que la inauguración del
psicoanálisis no se fundaba completamente en ella. Esto quería decir, según yo
frente a mi directora de tesis y los sinodales el día de mi examen de grado,
que con mi lectura crítica de un conjunto de obras de Sigmund Freud y de la
mano de Michel Foucault con su historia como disrupción, encontré textos
psicoanalíticos incluso desde su famoso Proyecto y mucho antes de La
interpretación de los sueños. Sin duda que esto me metía en un aprieto, pero
logré convencerlos de que no estaba muy equivocado bajo el siguiente argumento:
si considero el contexto histórico para clarificar la emergencia del
psicoanálisis, entonces lo que tienen que hacer los psicoanalistas o freudianos
actuales es defender el pathos del siglo XIX y no el discurso atemporal
freudiano, y eso, muchachos, sería un absurdo. Dijeron que sí, que estaban de
acuerdo, y fueron los diez minutos más largos de mi vida en un auditorio donde
casi nadie fue a verme actuar.
Cuento esto porque desde la carrera quería escribir
algo sobre psicoanálisis, pero no de psicoanálisis. Después de mis informes de
prácticas profesionales en el pregrado encontré la oportunidad en la maestría
en Metodología de la ciencia y en el énfasis en Historia de la ciencia y las
ideas científicas. Mi directora de tesis estaba de acuerdo en todo lo que le
enviaba por escrito, sobre todo durante la segunda parte de mis estudios, pero
me advertía “tienes un problema metodológico muy grave, chico”, sus ojos
siempre atravesaban mis fruncidos en defensa, “¿cómo puedes convertir a
Foucault en un método para historiar una idea en la historia del psicoanálisis
sin que el que te ofrece el método, o sea Foucault, no sea el mismo que te
esconda el objeto de estudio?”. Lo que parecía un chiste era en realidad un
problema difícil de resolver, más aún cuando ya había terminado la primera
versión de mi tesis que terminamos por eliminar completamente. Me explico.
La premisa es que el psicoanálisis de Freud es
método y también es una epistemología. Es decir, es una ciencia autófaga, no
para destruirse, más bien para comerse ella misma cuando alguien viniera a
buscarla y ajustar cuentas. Karl Popper fue el primero en defender esta idea.
Pues bien, con Foucault sucede exactamente lo mismo, así que lo que mi
directora de tesis quería advertirme después de la primera versión era que la
contingencia y el acontecimiento son excluyentes, Foucault me ayudaría con eso,
a eliminar lo contingente para hacerlo continuo. Tiempo después, ahora en el
doctorado, leí a Zizek y entendí que “el acontecimiento es una consecuencia que
ha trascendido a su causa”. Listo, problema resuelto desde el presente para el
momento que comencé con mi segunda versión. ¿Por qué? Porque no escribí una
sola página de mi tesis basado en el contexto, sino en una idea en la historia
del psicoanálisis de la que tiré incansablemente sin ver sus contingencias. Al
final fueron tres versiones.
Y ahora me encuentro con ¿Por qué el
psicoanálisis? (Paidós, 2018) de Élisabeth Roudinesco (París, 1944), publicado
en 1999. Claro, me pregunto por qué no lo leí antes, sobre todo porque ella
clarifica en tres ensayos buena parte de mis dudas de entonces. Veamos por qué:
la nuestra, advierte, es una sociedad que en la depresión expresa su malestar
psíquico. Experiencias como el placer, el amor o el erotismo, que dan forma a
la subjetividad, se padecen más de lo que se disfrutan en las relaciones
humanas vinculares. Las neurociencias, afortunadamente, no han logrado
sustituir estas cualidades humanas por la ingesta de drogas farmacológicas,
pero bien se sabe que se han vuelto necesarias para que las psicoterapias
resulten efectivas y alivien así el peso de la existencia de miles de hombres y
mujeres de nuestra sociedad capitalista contemporánea.
No se puede estar más acertada en esto. Pero leo y
pienso en mi método: la sociedad capitalista contemporánea no ajusta el
argumentario freudiano, no lo trae el presente, pero sobre todo no le da cabida
a sus más voraces e inteligentes críticos de ayer y de hoy. ¿Por qué? Porque el
psicoanálisis no es una ciencia de lo contingente, ciertamente tiene un momento
de acontecimiento en 1899 con La interpretación de los sueños, pero en realidad
tiene una pre-historia o un pre-psicoanálisis que nos permite dar cuenta que
los hombres y las mujeres ya eran trágicos antes de que Sigmund Freud viniera a
finales del XIX a recordárnoslo. Así que, ¿Sigmund Freud hizo un
descubrimiento? Sí y no fue el inconsciente, pero sí fue la sistematización de
la fenomenología de lo inconsciente, de tal forma que cuando hablaba de lo
inconsciente acudía a los mitos y volvía a las leyendas y entraba a la
narración de los sueños, de esta forma, con la atemporalidad de lo
inconsciente, jamás se perdía el discurso. Hablamos de un poco más de cincuenta
años de producción intelectual y teórica.
Roudinesco ha sido una defensora del psicoanálisis ―a veces, pienso, hasta de lo
indefendible en esta historia―. Defiende a capa y espada a Freud y Lacan, por eso sostiene que la
sociedad es una que está deprimida y el capitalismo ha preferido las drogas
prescritas para eliminar la subjetividad y poner el individualismo como
referente de éxito; asimismo discute con genios y cretinos para disputarse el
inconsciente contra, otra vez, las neurociencias que algo tienen contra el
psicoanálisis que no paran de hacerle la guerra y, lo reconoce ella, ganar más
de una batalla. Claro, Roudinesco nos dice que el porvenir del psicoanálisis no
es halagüeño y en parte los responsables son los mismos psicoanalistas y las
sociedades de psicoanalistas radiadas por todo el mundo. La autora sabe que
navega sola en este campo de batalla, porque su historia del psicoanálisis es
la biografía del psicoanálisis. Quiero decir que la historia que practica
Roudinesco es la de los personajes que, según ella, fueron los que hicieron la
historia. La suya es una piscohistoria del psicoanálisis. Como se puede ver, la
tarea no es fácil y los próximos cincuenta años serán determinantes para esta
disciplina que según ella es una ciencia, y que nada de lo que diga Popper u
otro genio que debiéramos escuchar con atención le van a hacer cambiar de
opinión. Eso es de admirar, qué demonios.
Actualmente escribo sobre el trabajo,
particularmente sobre el hombre que trabaja en la sociedad capitalista
contemporánea. Según lo veo yo, mi tesis de doctorado es sobre el precariado, y
las pistas que tengo hasta ahora es que la subjetividad en estado de represión
que se estaba disputando Freud a finales del XIX es la misma que a finales del
XX quería vindicar Roudinesco en la sociedad de consumo. Una camada de
estudiantes imberbes, entre los que me encuentro, tenemos una idea de la que
tiramos fuerte: en el comienzo del XXI la disputa de la subjetividad está en lo
político y en la sociedad de los trabajos de mierda y precariado.
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