domingo, 25 de abril de 2021

"Lima la horrible" de Sebastián Salazar Bondy



La lisura en la narrativa de las ciencias sociales es vigilada por grafómanos que se azoran cuando alguna irreverencia interrumpe el llano en que vierten su academicismo. Supongamos que no es mala idea, aunque es problemático sospechar que les basta el respeto antes que la contundencia de la conclusión derivada lógicamente del argumento. Luego están los adjetivos, arrebatados del relato que da forma a la realidad y sustituidos con sustantivos que ni los mismos eruditos saben cómo hacerlos llegar a sus dilatadas fronteras. Claro, lo resuelven con conceptos que hacen operar a las categorías, y es así como salen al paso de cualquier crítica que se les haga. ¡Son listo, hay que decirlo, pero no por eso tienen talento!

Sea como fuere, para nosotros es menester preguntarnos por qué una cosa es como es, y caemos en la cuenta de que la respuesta está en su descripción ─a veces densa─ y su explicación ─a veces apoteósica─. Dicho de otro modo, ¿de qué van los sustantivos de estos maniacos redactores del estado de la cuestión en las ciencias sociales? La respuesta, quizá por ahora rudimentaria, es que la realidad concebida materialmente parece suficiente para decir lo que es a partir de lo que hay en ella. Metodológicamente hay un error, suponemos, porque la descripción, justamente, busca desencadenar la relación semántica entre cada sustantivo, entre cada ente material. ¿Cómo o con qué? Pues apuntalando el sustantivo con adjetivos, muchachos.

Ahora sí, podemos preguntarlos ¿por qué Sebastián Salazar Bondy (Lima, Perú, 1924) escribe en 1964 una crítica cultural ─pero sobre todo política─ sobre la capital de su país y decide llamarla Lima la horrible (Editorial Universidad de Concepción, 2008)? Es sencillo: se trata de un antagónico que pone en tensión un mito, a saber, el de la “Arcadia Colonial”.

En 1535 Francisco Pizarro funda “la ciudad de los Reyes” (Lima) y por entonces se convierte en la capital más importante del subcontinente, desde ese momento los españoles elegirían esa costa para clavar con fuerza sus fauces insaciables. Una ciudad en expansión que estaba entre el mar, los bosques, los cerros, el sol y el viento, las flores y el pasado que hasta entonces seguía siendo presente… Para los que vinieron de lejos, sin duda, era una “arcadia colonial”. De aquello ahora nada queda, sugiere Salazar Bondy, y claro, se pregunta dónde fue a parar. Y responde claramente: en el imaginario del limeño, en la narrativa de algo que no está como entidad material pero sí como espíritu violento.

La “arcadia colonial” opera como una sensación o estado de ánimo ─aquí no nos andamos con posmodernidades, ojo─ frente a la ciudad central que es Lima, tan amada y odiada. Y creo que Salazar quiso dejar en claro que los mismos que la odian no son los mismos que la aman. Y por eso escribe "Lima la horrible", que intenta dar cuenta de la ciudad antagónica de la ciudad que está en sus fachadas, en sus panteones, en sus iglesias, en sus altos edificios. Pero las postales no cambian, sugiere el autor, el indio sigue apareciendo en la foto del turista, y supone que ese no es su sitio, quizá en una postal turística, pero no en la pretensión de experimentar la modernidad.

“Este libro se debe a Lima” dice Salazar Bondy, “Lima hizo a su autor e hizo su aflicción por ella” agrega. Pero no es un lamento, es más bien una condición con la que experimenta la ciudad donde nació y en la que desarrolló toda su obra intelectual y literaria. Entonces, ¿por qué negarla? O algo peor, ¿por qué confundirla? Para responder hay que describir y luego explicar, no porque así sea, sino porque así está en Lima la horrible. Lo que intenta el adjetivo es tratar de encontrarle la forma al sustantivo. Lo que Bondy plantea como hipótesis, que suponemos logró comprobar, es que el “horizonte arcádico” es un mito que sigue operando en la actualidad limeña, y algo más interesante, legitima el pensamiento de los grupos sociales dominantes. Este derivado, muchachos, el autor lo ha logrado con un ensayo, lo que las ciencias sociales evitan o no pueden hacer. Si revisamos argumento por argumento "Lima la horrible", nos enteramos de que paso a paso va dando pistas para concluir que ser “criollo” es ser limeño y costumbrista. Lo “criollo”, sugiere nuestro autor, en tanto adjetivo, convierte lo exterior o extranjero en limeño. ¡Poca cosa, pero vale mucho!

Para lograr esto, Bondy navega fenomenológicamente en la falsificación del criollismo, en el papel histórico y concreto de las “grandes familias”, contradice el paso de ser una mujer “tapada” a convertirse en “Miss Perú”. En fin, Sebastián Salazar Bondy recorre la historia de su país, no para contarla, sino para hacerla operar en las tripas de esa "Arcadia colonial" frente a la "Lima la horrible". Por fin podemos decir algo a nuestro favor, y es que Bondy nos ayuda a concluir que “lo horrible” ha dejado de ser adjetivo, se ha convertido en sustantivo: lo-ho-rri-ble. Esto, muchachos, es ciencia social en su máxima expresión..

“El medio natural influye en los hombres” dice Salazar en alguna página de Lima la horrible, “y los hombres le replican el urbanismo y arquitectura. En el intercambio, lo humano, que es lo que nos interesa, queda inscrito documentalmente”. Esto es que la naturaleza y la ciudad se niegan una a otra y lanza como resultado una Lima que está en medio de la naturaleza y de ahí emerge una ciudad con edificios altos que buscan rascarle las rodillas a la modernidad. Así, vamos entendiendo lentamente, que la Arcadia Colonia, ese criollismo que lo motoriza, es en parte responsable, al menos, del intento.

Lo barroco es algo que nos pasa a todo, o que por lo menos está ahí en la estética de una ciudad y uno, si bien no cae en la cuenta, sí que le da forma a su andar, a su decir, a su existencia fenomenológica ora en Lima, ora en Quito, ora en Antigua, ora en la Candelaria rola, o bien en Ciudad de México. La modernidad, a decir de Bolívar Echeverría (ecuatoriano él), sólo encuentra su salida en los recovecos de lo barroco, y creo que Bondy da cuenta de esto, pero concluyen de forma diferente, en "Lima la horrible" es frustrante esta consciencia barroca y por eso se niega, pero ahí está y se supera a sí misma suministrando maniqueamente una modernidad a lo criollo, a lo limeño.

Un claro reflejo de esto, según las líneas de "Lima la horrible" es que los escritores apostaron a la sátira, como quien sabe que burlarse de lo nefasto es la única alternativa para no padecerlo. Los costumbristas, astutamente negaron cualquier influencia moderna, y más bien apostaron por lo ido, por el tiempo pasado que de pronto siempre resulta mejor que el presente. No nos parece una ausencia de la autocrítica, sino una diana donde lanzaban sin que sus rostros ni sus nombres aparecieran en el objetivo. Salazar lo dice mejor: “Toda la sátira limeña optó por la burla frívola, por el chiste rosa, y parejamente rehuyó el humor negro y mordiente del que castiga riendo”. Esto no es un mal chiste, porque trae un problema que consiste en la renuncia, primero, del potencial testimonial de los escritores, y lo segundo, se dejaba de lado el “instituto universal” que llevaría a Lima más allá del Perú. Bueno, sabemos que eso fue lo que sucedió en el Boom latinoamericano y con lo que un mexicano denominó La generación de crac, heredera del postboom. Pero de esto ya no pudo decir nada Salazar Bondy.

Sebastián Salazar sí pudo decir otras cosas más interesantes, y llegar a una conclusión devastadora: lo que provocó el costumbrismo de los escritores limeños fue que la literatura social terminara en “reprimenda autoritaria”. Sería acertado advertir que los argumentos para estas acciones de represión y castigo se encontraban en las apologías de la costumbre, del tiempo pasado y del bien que le podía seguir haciendo a la sociedad limeña en particular y a la peruana en general.

En fin, la lectura ha sido intensa. Pero no por eso complicada. Se dice que uno puede aprender de cualquiera que intente reflexionar y después escribir el resultado de sus rumiantes pensamientos. Puede ser verdad. No obstante, lo que ha sucedido con nuestra lectura es que nos obliga a preguntarnos si “lo horrible” esta en toda Latinoamérica, si es un concepto que pueda desarrollarse en Ciudad de México o Bogotá, en Antigua o Quito, en Buenos Aires o París. Esa es una tarea pendiente de los estudiosos de la sociedad.

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