domingo, 20 de febrero de 2022

La ansiedad



La ansiedad es una losa venida abajo y uno la soporta durante todo el día mientras mira a los otros circular con esa normalidad que hace mucho desapareció en el sujeto ansioso. También es un trastorno, por eso mismo le implica un síndrome con sus síntomas que despliegan un signo.

 

Veamos: hay algo que se llama semiología clínica, los psicólogos clínicos recurren a ella para realizar un examen psicofísico e identificar evidencia objetiva gracias a la exploración. Una inflamación o una dermatitis nerviosa la ve el clínico, por eso es un signo, es innegable. En cambio, el síntoma es una manifestación subjetiva, el paciente lo apuntala a partir de sus palabras, de su organización discursiva. No obstante, es evidente en el síntoma que el paciente sabe que algo no está funcionando bien, entonces dice que se siente “débil”, quizá un “poco mareado”, que la cabeza le duele “después de comer”. El clínico sabe que el paciente ha sufrido una “desgracia” en su alma y en su cuerpo, como decían los griegos, y está intentando, aunque sea subjetivamente, desplegar su sensación hacia el facultativo. “Me duele la cabeza” dice, “sobre todo por las noches” agrega, y ahí está el síntoma, que su veracidad es la experiencia clínica entre facultado y paciente.

 

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Galeno decía que los síntomas acompañan a la enfermedad, pero no es la enfermedad aún, que vendrá después del síndrome. El síndrome es un conjunto de síntomas que hace un microsistema que arroja un posible significado, es decir, un posible diagnóstico de un padecimiento clínico. Técnicamente se expresa de la siguiente manera: “expresión semiológica que compone a una enfermedad”. Sucede que un paciente dice que le duele la cabeza, que a veces se siente mareado, que además le sudan las manos y le palpita el corazón, luego dice que no se concentra, más adelante agrega que no puede respirar y le dan muchas ganas de llorar. El psicólogo clínico sabe que puede comenzar a sacar su pluma y apuntar en su libreta “posible Dx: trastorno de ansiedad”.

 

Sí, el síndrome no es la enfermedad, pero sin duda puede adelantar un trastorno. El trastorno en la clínica “está del otro lado”, es decir, más allá del margen del síndrome. Así las cosas, el trastorno psicológico ya es el desastre, la precipitación del avión en pleno vuelo, el desorden. Pero la clínica es paradójica, el psicólogo clínico sabe que ahí está su oportunidad de lanzar el diagnóstico que el paciente necesita saber. De ahí mismo sale el tratamiento, emerge la verdadera clínica y el psicólogo reconoce que la visión subjetiva de su paciente es la que los puso en el punto preciso para comenzar a trabajar.

 

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La ansiedad pertenece a los trastornos psicológicos: se trata de una lucha con la necesidad de supervivencia. Y es que la ansiedad nos recuerda que existe un final de todo y nos lo pone en la punta de la nariz. Les digo qué es esto: un coctel de miedo, de ira, de tristeza e incluso de felicidad trastocada; herida. Es decir, lo que era seguro, que luego paso por la subjetividad, hoy es una tremenda y tasca confusión que el paciente no sabe qué hacer con él, no sabe dónde acomodarlo. Es la fractura de los bastiones en los que el paciente soportaba su personalidad.

 

Y es que la ansiedad, según palabras de los que han estudiado este problema humano, en tanto trastorno, implica un proceso psicofisiológico que, en última instancia, tiene que ver con lo que hay en el mundo interior de la persona ansiosa y en la experiencia cotidiana que le cupo en suerte. Hay una representación del ansioso, y se trata de un hombre inseguro ante lo nimio y por eso mismo se le comprende poco; el ansioso hace un reconocimiento del mundo exterior y lo define como un sitio peligroso, de tal suerte que su nerviosismo, su miedo, la taquicardia, la sudoración y las náuseas, finalmente, le vienen bien, porque sabe que por ahí no debe seguir, que saldrá lastimado, que se verá atrapado en un callejón sin salida y no vendrá nadie a rescatarlo. Así que, lastimosamente, decide no abandonar su ansiedad, confía en que su ansiedad fue la señal de alarma que lo salvó del “inminente” peligro. No hay mucho misterio en eso, lo que pasa es que la persona ansiosa tiene una percepción discordante de la realidad, pero ojo, no por eso es falsa, no por eso es menos cierta y, por su puesto, ¿quién dice que no sea probable? 

 

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