martes, 20 de julio de 2021

“La raza cósmica” de José Vasconcelos

 

José Vasconcelos (1882-1959) fue un filósofo y político oaxaqueño que viajó por Sudamérica, y alguna vez dijo sobre Argentina lo siguiente: “es el primer éxito firme de la civilización española en el continente americano; loado sea ese éxito, y ojalá que todos procuremos igualarlo y superarlo; pero hoy y quizá por mucho tiempo, la Argentina será el faro de la noche hispanoamericana”. Haberlo externado de esta manera confirmaba su opinión respecto a la España colonizadora y católica que, en menos de unos pocos siglos, logró que los indios americanos “avanzaran […] desde el canibalismo hasta la relativa civilización”. Así que José Vasconcelos, al que los estudiantes latinoamericanos aclamaron como el “Maestro de la Juventud de América”, era optimista y también futurista al opinar que España y su religión eran la madre de una raza futura: la raza cósmica.

“La raza cósmica”, publicada en 1925 un año después de que Vasconcelos dejara de dirigir la Secretaría de Educación (1921-1924) tiene una tesis sencilla, y por eso mismo es de largo aliento su confirmación: “las distintas razas del mundo tienden a mezclarse cada vez más, hasta formar un nuevo tipo humano, compuesto con la selección de cada uno de los pueblos existentes”. Claro, para que esto se llevara a cabo, Vasconcelos tenía que hacer una fuerte crítica a la ciencia positiva, particularmente a la teoría de la selección natural y el popular darwinismo social. Y es que para este filósofo, las condiciones en Hispanoamérica creo que se refiere del Río Bravo hasta Tierra del Fuego, pasando por los países del Caribe las condiciones genéticas, culturales y naturales estaban dadas. Eso sí, en esto era irreductible, era imprescindible el pensador que defendiera la posibilidad de una nueva raza, de un nuevo hombre que estaba por llegar.

El autor celebra en “La raza cósmica” la presencia del pasado español en nuestras tierras, pero sobre todo en nuestra sangre. Si se lee despacio no entre líneas, eso no es posible, ahí no hay nada escrito, reglón por renglón, y se atiende a cada predicado de sujeto, se puede observar que no hay un sentido de colonialismo en José Vasconcelos, antes se hace evidente una suerte de repulsa y casi odio camuflado hacia los europeos y particularmente con un sector ideológico español. Lo que sucede es que, en el despliegue de la hipótesis de Vasconcelos, es imprescindible el descubrimiento, la invasión o como prefieran llamarlo, pues “La raza cósmica” deviene no es a priori. No lo haremos como los yanquis, nos dice Vasconcelos, pues ellos, que son la potencia más inmediata, terminarán por crear “el último gran imperio de una sola raza”, mientras que Hispanoamérica esa parte de la masa continental ha optado por la mezcla del indígena mexicano con el europeísmo argentino, del sentimiento de bolero mexicano con las rítmicas cumbias colombianas.

José Vasconcelos se muestra como un hombre ilustrado, sus influencias son más bien el idealismo alemán antes que la melancolía francesa que más tarde terminó por convertirse en ese existencialismo destronado por el posestructuralismo y la posmodernidad. Sabe que la naturaleza es ominosa, que los mitos sirven para describirla y explicarla, si bien la furia natural no se calma, al menos se tiene una causa y con eso basta. El blanco europeo, por su parte, nos dirá el que también fuera director de la Universidad Nacional, le ofreció al mundo la técnica que dominó la naturaleza a partir del “dominio de lo material”. Pero eso mismo “Universópolis” puede ser para cualquiera, sobre todo para el que “conquiste la región amazónica” o el Iguazú argentino, que son la fábrica de la vida americana. Sea como fuere, lo que Vasconcelos nos quiere decir es que el hombre blanco su paso por nuestras tierras hace parte del plan de la quinta raza, la cósmica las otras cuatro razas son la negra, la blanca, la amarilla y la roja, no está descartado para el humanismo vasconcelista.

José Vasconcelos, que en 1909 fue miembro fundador del “Ateneo de la Juventud”, sabía que el espíritu de esa quinta raza cósmica no sería fácil de defender. Su enemigo fue en todo momento las teorías científicas; en éstas reposa toda la política y economía de dominación de las grandes potencias expansionistas. Por eso para él era importante ser profesor, ir por el mundo a dar conferencias en la que alzara la voz por esa raza que asomaba su mirada, que ya no estaba lejos. Viajó a Sudamérica y ahí dijo que la Universidad estaba para servir al pueblo y no para servir a la Universidad en tanto edificio y burocracia, por tal motivo será necesario que por nuestra raza hable el espíritu. Pero este humanismo era menester convertirlo en discurso filosófico potente, lejos de toda metafísica, más próximo a un pragmatismo que permitiera hacer frente al positivismo europeo y norteamericano.

Lejos está Vasconcelos de negar la importancia del desarrollo científico, eran maravillas que en sus viajes no terminaban de asombrarlo; el problema que el filósofo mexicano veía era que el lenguaje de la ciencia se tornaba cultura, y la cultura del pueblo hispanoamericano no encontraba asilo en ningún tipo de lenguaje potente y devenía artesanía sentenciada a un valor que lo desaparecería. En resumen, “La raza cósmica” muestra que hay tres estados de la sociedad (material, intelectual y estético) y en ellas se despliegan el pasado y el presente de cuatro razas (blanca, roja, negra y amarilla) que permitirán “la creación de una raza hecha con el tesoro de todas las anteriores, la raza final, la raza cósmica".

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