martes, 29 de junio de 2021

“Capitalismo canalla” de César Rendueles

 


“Escribir sirve para exorcizar los demonios”, es un lugar común de la escritura creativa y la producción de contenido académico. Nada más falso, en realidad, creo yo, escribir implica abrir las fauces y tragar todo lo que la lectura no pudo ofrecer. Es decir, escribiendo uno termina de merendarse las migas de pequeños demonios que quedaron por fuera del plato fuerte.

Se escribe porque se ha leído ─soy irreductible en esto─ y así se rechazan o se reformulan ciertos argumentos del autor, pero también se confirma lo que en un principio nos mantenía dudando, y si me apuran, en realidad se termina de leer un libro cuando por fin nos decidimos a escribir sobre él o a partir de él. Sea como fuere, la cosa es que lo leído en el presente tiene una onda de representación que alcanza varios meses después, muchos años adelante y, me han contado viejos lectores, hasta toda la vida ─una vez me confesó un ya anciano bibliotecario que deseaba que en su último aliento lo único que le viniera a la memoria fuera la frase más bonita que hubiera leído en su infancia─.

Entonces, los fervientes lectores no solo andan buscando el siguiente libro para devorárselo, también se quiebran la cabeza preguntándose “¿y ahora qué hago con esta novela leía, con este ensayo subrayado?”. No hay respuestas claras, pero César Rendueles (Girona, 1975) nos viene a decir que a veces sirven para diagnosticar el estado histórico de una sociedad. No es que la literatura sustituya a las ciencias sociales o a la filosofía, pero sí que nos recuerda el tipo argumentos, contextos y hasta formas de manifestación amorosa, en las que se presentaba la vida cotidiana de los personajes, sus modos de establecer relaciones personales, sus oficios y sus beneficios, sus manías que nunca vienen solas, siempre están ahí sus fobias. Por ejemplo, en las novelas contemporáneas de principio del siglo que corre, los personajes parecen tener todo el tiempo del mundo durante la trama, nunca van al trabajo, o trabajan desde casa; es decir, un obrero es un personaje casi inexistente actualmente, pero abundan los repartidores de pizza y los jóvenes que alcanzan un alto mando de empresa y son sumamente seductores.

Sí, dirán ustedes que como estos nuevos personajes hubo en la literatura clásica. Díganme cuántos y con qué frecuencia. Los leo. Lo que Rendueles comunica en la tesis de este ensayo-crónica de lectura es más interesante: el capitalismo no solo ha sido estudiado por la economía, la historia, la política o la filosofía, también ha sido narrada; se pueden seguir ciertas pistas en novelas clásicas hasta aquellas de mitad del siglo pasado, y con una lectura crítica se logra dar con las pautas de comportamiento de los personajes, de los contextos en los que existieron y, sobre todo, en la estructura de pensamiento o psicología colectiva en la que manifestaron sus deseos, pasiones o temores. Y todo esto, según el argumento de “Capitalismo canalla” hay elementos emergentes del capitalismo cabrón que hoy no cupo en suerte.

Yo digo que Rendueles, autor también de “Sociofóbia. El cambio político en la era de la utopía digital” (Debate, 2015) tiene razón. Quizá yo parezca un poco benevolente en esta parte, pero creo que los lectores de ciencias sociales y literatura universal no hacen una lectura paralela, mucho menos descansan con narrativa iberoamericana o norteamericana después de una larga jornada de estudio de la filosofía alemana. En lo absoluto. La literatura y las ciencias sociales hacen parte, en realidad, de un arqueo de revisión, de un programa de investigación que los hace imposible de distinguir. Ojo, que no digo que los argumentos estén en ambos territorios, hay que ser caradura para eso, pero lo que sí digo es que el argumentario de las ciencias sociales se despliega en la narrativa universal. Claro, podemos discutirlo cuando quieran.

Hay un eje central en el que navega la pesquisa de César Rendueles, y este es el trabajo. En las novelas que este autor ha leído y que trae a cuento para escribir “Capitalismo canalla”, los personajes tienen vidas cotidianas, es decir, desayunan, cortan el césped los domingos antes del almuerzo, pasan al supermercado de camino a casa, contestan el teléfono y piden pizzas para la serie de fin de semana, cruzan la cuadra, odian al vecino, hacen el amor con su mujer… o con la mujer del vecino, pero sobre todo trabajan para desquitar el día siguiente o para conseguirse un arma y asesinar a su enemigo. Parece que Rendueles quiere decirnos algo obvio, pero que nadie había notado: la vida, siempre frágil, se sostiene de un monstruo que su proceder lo hace, precisamente, un reverendo canalla. Es el capitalismo, y desde siempre, es decir, desde mitad del siglo XVII hasta “La habitación oscura” de Isaac Rosa ha estado ahí, inoculado en el espíritu de la época posmoderna, que es la que ahora estamos tratando de comprender y que, cuando justo le hemos pillado la forma, nos cambian el argumento.

Es increíble lo que el autor encuentra en una obra juvenil respecto al capitalismo de entonces y la voracidad de la de ahora, va línea por línea y donde brinca el detector se detiene y escarba. A veces, pienso yo, no es importante lo que encuentra, pero igual nos lo comparte: describe la escena, luego va a Marx o Weber y concluye. La fórmula parece sencilla, quizá esto sea la única crítica que pudiera hacerle, sobre todo porque, igual que él, creo que la literatura puede dar más de sí, bien sea como andamio o bien como argumentario o bien, ya puestos, como conclusión. Como sea, “Capitalismo canalla. Una historia personal del capitalismo a través de la literatura” viene a mostrarnos ─y creo que a demostrarlo todo─ que leer lento, largo, sin moverse del asiento, no siempre es estar sin hacer nada.

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