Los mitos son fundacionales, si
no, no es un mito. Explican el gran comienzo de lo que ya es un hecho. La
creación de un pueblo entero, por ejemplo. La mitología, ciertamente es el
estudio de los mitos, pero igual puede ser un conjunto de mitos entrelazados
que sostienen la explicación de este gran inicio fundacional. Hay una mitología
griega, también una romana, estas fueron de las que me hablaron en la escuela;
pero me voy enterando de que existe la mitología amazónica, la africana, la
mexicana, la hebrea y la lista se extiende. O sea, todo lo que hay aquí una vez
tuvo que ser fundado mitológicamente.
He leído "Mitos
nórdicos" (Planeta, 2018) de Neil Gaiman (Reino Unido, 1960) y me he
enterado de que a Thor alguna vez le robaron su martillo. ¡Sorprendente! En los
mitos, tal parece, puede suceder lo necesario para explicar lo que haga falta y
así sostener el mundo. Actualmente, los países nórdicos están compuestos por
cinco estados europeos, a saber, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y
Suecia. Odín, Loki y Thor, en aquellos primeros tiempos, rondaron estas tierras
a grandes zancadas donde lucharon con gigantes, pelearon con monstruos y
estaban seguros de que lo que hacían era imprescindible. Y al final, “el juego
comenzará de nuevo” dice el autor.
Me pregunto si hay una necesidad
psicológica del acto fundacional, de esa gran caída del que Slavoj Žižek ha
dado cuenta en varios lugares. Finalmente, entiendo, los mitos llegan al
rescate para hacer girar la maquinaria que es la historia, eso que sigue a los
mitos. Pero dónde se articulan, en qué sitio la necesidad fundacional empata
con los archivos que dan cuenta de una verdad. Carlos Fuentes ─el gran Carlos
Fuentes─ dice que no hay pasado si no se crea lo nuevo, y tampoco hay creación
si no hay un pasado que nos informe. Pero en este caso, ¿los mitos hacen parte
de un pasado remoto? ¿Cómo asumiría el historiador la posible existencia de
Asgard, la morada de los dioses, para dar cuenta de las rivalidades entre
naciones y a veces entre déspotas con nombres, apellidos y poder?
Gaiman, quien reescribe estos
mitos de manera extraordinaria, me deja claro una cosa: tarde o temprano los
dioses tendrán que llegar a Vigrid, esa llanura donde acontecerá el Ragnarok,
que no es otra cosa que “el crepúsculo de los dioses, el final de todo, el día
en que los dioses batallarán contra los gigantes de hielo” y serán derrotados.
Todo volverá a suceder, como en "La última pregunta" de Issac Asimov,
alguien encenderá de nuevo el sol y otra vez el principio. Y llegado ese
momento se requerirá del gran mito fundador.
Con un poquito más de 250
páginas, el autor da muestra de su fascinación por los mitos nórdicos; él mismo
lo dice, si de mitologías se trata, decanta su preferencia por éstos que se ha
dado a la tarea de simplificar para sus lectores. Todos de fácil comprensión,
con una extensión corta que permite percibir el progreso de la experiencia
lectora. La portada, como se puede ver, es hermosa, verán que tiene unos
relieves que permite comenzar desde ahí, con la mirada que es una de las formas
de sentir la realidad.
Actualmente estoy en un momento
de mi vida intelectual en el que quiero explicar muchas cosas, y no encuentro
la fórmula. Los que saben me dicen que voy por buen camino, pero ese camino
parece que solamente ellos lo están viendo, porque yo ni siquiera me entero.
Pero si es alguien en quien confías el que te dice que cada paso es firme,
entonces continúas, y así hago yo, confío en que lo que pienso, lo que leo, lo
que escribo, al final abonarán a la explicación que quiero dar. Es decir,
parece que estoy buscando un mito que funde mis pensamientos, que me permita
encender los motores, y aunque más adelante caiga en la cuenta de que el camino
es un yerro, por lo menos sabré que he dejado atrás el puerto del sedentarismo,
y que me he encaminado a sumar explicaciones hasta configurar una analítica
completa, además de compleja.
Esto, creo yo, es lo que hacen
los mitos, sean nórdicos o marcianos. Obligan al hombre a buscar, a como dé
lugar, una formulación que dé cuenta de ese espacio que dice merecer por
derecho milenario. Porque también creo, y esta es una sospecha prestada, de que
el mito es la primera aclaración al porqué de las gentes, que cuando lanzan
esta pregunta, como dice el profesor Pablo Fernández Christlieb, lo que esperan
a cambio es una historia, haya sido ésta cierta o inventada.
Los mitos no corren el riesgo de
ser evaluados para definir su veracidad, pero sí tienen una lógica interna. Por
eso a ratos son convincentes, y por todo el mundo hay grupos humanos que creen
en ellos y esperan los presagios que anuncian. Ah, porque el mito es
fundacional, ciertamente, pero también siempre es futuro. Y como esto es lo que
más nos hace falta por este tiempo, pues mientras las ciencias y los débiles
héroes políticos no den respuestas, no se dudará en girar la mirada hacia
Niflheim, ese lugar con densas neblinas donde queda el comienzo de todas las
cosas.
Lo que quiero decir es que Mitos
nórdicos me hace pensar en los motivos que tuvieron los ancestros para
compartirlos oralmente con sus descendientes. ¿Qué conservamos cuando decimos
que queremos conservar los mitos, las leyendas, los cuentos… el pasado? ¿La
trama de la historia que contienen? Ese cuento no me lo creo, tiene que ser
otra cosa, y ésta no es fácil de descifrar, pero una sospecha sí la tengo y
aquí la comparto con ustedes: el mito es la frontera pretérita que llena de
alivio los pulmones de la historia, y en tanto se reproduzcan, la historia sabrá
cuáles son los terrenos donde hará de espectador de una dimensión inaprensible
para sus herramientas. Y esto sucede con ella, pero también con la sociología y
la psicología. La antropología creo que ha sido la única que se ha pintado de
lista y su mixtura le ha dado grandes resultados.
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