lunes, 2 de mayo de 2022

 

Cuando Gerardo Ávalos Tenorio (México), profesor-investigador de tiempo completo en la UAM-X, se pregunta si existe una filosofía política en la obra de Karl Marx, responde que sí, pero es “materialista”, una “filosofía política materialista”. Esto significa lo siguiente: para Marx “el fundamento se encuentra en el ser humano con necesidades materiales ineludibles y en torno de las cuales ha de organizar su vida y su historia”. Cómo se puede llegar a esta conclusión: nuestro autor, reconocido como uno de los estudiosos más profundos de quien escribiera “La fenomenología del espíritu” en América Latina, estudia la obra de Marx a la luz de categorías hegelianas (lee a Marx de la mano de Hegel), esto quiere decir que la reflexión filosófica que lanza Gerardo Ávalos en su reciente libro “La filosofía política de Marx” (Herder, 2022) es sistemática.

Nuestro autor nos ofrece una pista interesante, dice que para ir en busca de una filosofía política materialista en Marx (apenas un bosquejo) es menester considerar que “la ‘crítica de la economía política’ va más allá del típico tratado económico y se dirige a desentrañar la dominación social implícita en las categorías primarias y aparentemente económicas”; esto de inmediato nos hace pensar en que Ávalos considera al filósofo alemán como uno de los teóricos del poder más avezados, y justamente este es el tratamiento que le da en el largo de esta obra.

Pero frenemos un poco, qué significa que esta filosofía sea “materialista”: de momento que nos baste que consiste en negarnos como “idealistas”, o como Marx pensara, superar el misticismo hegeliano. Pero resulta que el autor de “El Capital” se declaró alumno de Hegel, entonces qué significa lo anterior. Veamos.

Hegel dedujo que el Estado se encontraba en el despliegue del espíritu objetivo, es decir, partía del concepto y regresaba al concepto; por su parte, reconoce Ávalos en Marx, “el verdadero contenido del Estado está en las contradicciones internas de la sociedad civil, en aquella esfera del ‘sistema de necesidades’”. Dicho de otro modo, en donde hay cosas reales que sirven a los individuos de carne y hueso, y lo que Marx hace con esto es conjugarlo con la teoría política hegeliana (va de la cosa al concepto y no del concepto al concepto). Claro, esta mirada mecanicista marxiana no es precisamente aquella que deja por fuera al hombre, o sea, no es lo material dado al hombre para que haga cosas con ellas en tanto objetos exteriores, sino en el sentido de que es el trabajo del hombre el que constituye (construye) a los objetos materiales.

Es interesante lo que se puede observar hasta este punto, resulta que los análisis de Ávalos, en tanto venidos de un sistema como el hegeliano, nos pueden hacer sospechar que la filosofía política materialista de Marx está precisamente en la renuncia primera del método de Hegel y en un retorno eventual a él con el objetivo de una instancia de superación. Dice Gerardo Ávalos al respecto: la filosofía de Hegel es una que consiste en “el desgarramiento y la reconciliación”; aquí hay una clave importante, la negación hegeliana no es una separación frente a lo que se presenta como contrario, es más bien una irrenunciable implicación en la síntesis. Esto es, digo yo, lo que Marx ha logrado tras su distancia del temido misticismo y, en última instancia, lo que le permitió descubrir lo que estaba latente en el capital.

Voy a tratar de ser un poco más preciso en lo que creo haber entendido en el recurso del método hegeliano en la filosofía política materialista marxiana ―voy de la mano de un capítulo determinante del libro de Gerardo Ávalos―. De principio, la dialéctica hegeliana hace que Marx comience relacionando al sujeto frente al objeto para poder explicar el papel productor del trabajador y esto, en teoría, deviene transformación del propio hombre y del mundo que le cupo en suerte. Además, nos dice Ávalos, el núcleo central de la “crítica de la economía política” es la dialéctica hegeliana y con ésta el filósofo alemán entendió que las cosas materiales no son exteriores a los hombres, aquellas son más bien una suerte de despliegue de las relaciones humanas que hay entre los hombres. Las cosas son, en última instancia, cosas en tanto “los sujetos” son los que les otorgan “significado social a los objetos materiales” ―con esto no estaría de acuerdo Baudrillard, incluso si le llamamos “objetos”―.

En suma, entonces, Ávalos advierte que su reflexión filosófica en torno a la “crítica de la economía política” navegará turbulentamente por los artilugios del capital para potenciar el poder, la dominación, la sujeción, las resistencias, la emancipación y cualquier fórmula colectiva que apueste por la contención y la disidencia… O sea, será menester ir del “desgarramiento” a la “reconciliación”. Toda esta reflexión, si bien es filosófica, deviene imagen antropológica, es decir, Gerardo no suelta al hombre como personaje central dentro de la filosofía política materialista de Marx.

Pues bien, pienso que Gerardo Ávalos consideró necesario desarrollar un primer capítulo donde pudiera anclar la importancia de que Marx se reconociera discípulo de Hegel, con el método que desarrollaría aquél en su ulterior desarrollo teórico. Qué quiero decir, Gerardo está seguro de que la “lógica argumentativa crítica” que se puede ver en el “El Capital” ya se había gestado desde que Marx tenía 25 años; veamos: consistía en leer a los teóricos que le interesaban, no contradecirlos por el simple hecho de no simpatizar con ellos, sino poner sobre la mesa sus contradicciones internas para poder superarlos lógicamente ―“reconciliarlos” diría Ávalos desde su vena hegeliana―. Si esto es así ―no hay por qué tener dudas―, entonces Marx lo que quería era comprender la estructura latente de la naturaleza del hombre a partir de los pensamientos filosóficos de los economistas modernos que habían sido radiados en aquel momento. El punto interesante, pienso, es reconocer el camino que siguió para lograrlo: sospechando de lo aparente y sugiriendo que otra explicación era posible. Gerardo Ávalos dice que a Marx no le dio tiempo de completar su empresa; lleva razón.

“La filosofía política de Marx” se publica en España apenas unos meses después de que “Ética y política en Karl Marx” (Terracota, 2021) saliera exitosamente en el mercado editorial mexicano, en éste, Gerardo Ávalos ya había probado con la “perspectiva filosófica” (en realidad hizo filosofía política) para encontrar en los subterfugios de la obra marxiana las normas morales irreductibles a cualquier tipo de “moral revolucionaria”, es decir, reconoce que la “crítica de la economía política” y en general la obra marxiana goza de mayor contención filosófica antes que de solidez estadística en tanto tratado económico. O sea, si hay una ética en Marx es porque Marx tenía un proyecto político a través de su “crítica” ―su estudio lento, profundo y sistematizado: Marx escribía sus reflexiones y sus cuadernos de trabajo mientras leía “La fenomenología del espíritu”―, así que nuestro autor sospecha que Marx se vio en la necesidad de estudiar qué era lo que estaban diciendo los economistas modernos, pero sobre todo, por qué pensaban eso, qué fue lo que los hizo concluir en ello.

Lo que siguió fue aplicar la dialéctica hegeliana, o sea, contradecirlos, poner en duda su argumentario y avanzar a través de la “reconciliación”. Claro, supondríamos que este método es lo que permitió a Marx llegar a sus propias conclusiones, pero no es completamente cierto, porque Ávalos advierte que en la “crítica de la economía política” está el sentido textual del autor a estudiar y luego viene su análisis (“desgarramiento”) para, a punto y seguido, opinar al respecto. En este sentido, la de Marx es una serie de síntesis o consecuencias de la aplicación filosófica, y por eso mismo rigurosa, de un método puesto a prueba y confirmado en sus resultados. Pues del mismo modo, digo yo, Ávalos Tenorio ―una bestia lectora― encuentra una ética y una filosofía política en Karl Marx, poniéndolo sobre la mesa para discutirlas cuando sea menester.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario