Cuando Gerardo Ávalos Tenorio (México), profesor-investigador de tiempo completo en la UAM-X, se pregunta si existe una filosofía política en la obra de Karl Marx, responde que sí, pero es “materialista”, una “filosofía política materialista”. Esto significa lo siguiente: para Marx “el fundamento se encuentra en el ser humano con necesidades materiales ineludibles y en torno de las cuales ha de organizar su vida y su historia”. Cómo se puede llegar a esta conclusión: nuestro autor, reconocido como uno de los estudiosos más profundos de quien escribiera “La fenomenología del espíritu” en América Latina, estudia la obra de Marx a la luz de categorías hegelianas (lee a Marx de la mano de Hegel), esto quiere decir que la reflexión filosófica que lanza Gerardo Ávalos en su reciente libro “La filosofía política de Marx” (Herder, 2022) es sistemática.
Nuestro autor nos ofrece una pista interesante, dice que para ir en
busca de una filosofía política materialista en Marx (apenas un bosquejo) es
menester considerar que “la ‘crítica de la economía política’ va más allá del
típico tratado económico y se dirige a desentrañar la dominación social
implícita en las categorías primarias y aparentemente económicas”; esto de
inmediato nos hace pensar en que Ávalos considera al filósofo alemán como uno
de los teóricos del poder más avezados, y justamente este es el tratamiento que
le da en el largo de esta obra.
Pero frenemos un poco, qué significa que esta filosofía sea
“materialista”: de momento que nos baste que consiste en negarnos como
“idealistas”, o como Marx pensara, superar el misticismo hegeliano. Pero
resulta que el autor de “El Capital” se declaró alumno de Hegel, entonces qué
significa lo anterior. Veamos.
Hegel dedujo que el Estado se encontraba en el despliegue del espíritu
objetivo, es decir, partía del concepto y regresaba al concepto; por su parte,
reconoce Ávalos en Marx, “el verdadero contenido del Estado está en las
contradicciones internas de la sociedad civil, en aquella esfera del ‘sistema
de necesidades’”. Dicho de otro modo, en donde hay cosas reales que sirven a
los individuos de carne y hueso, y lo que Marx hace con esto es conjugarlo con
la teoría política hegeliana (va de la cosa al concepto y no del concepto al concepto).
Claro, esta mirada mecanicista marxiana no es precisamente aquella que deja por
fuera al hombre, o sea, no es lo material dado al hombre para que haga cosas
con ellas en tanto objetos exteriores, sino en el sentido de que es el trabajo
del hombre el que constituye (construye) a los objetos materiales.
Es interesante lo que se puede observar hasta este punto, resulta que
los análisis de Ávalos, en tanto venidos de un sistema como el hegeliano, nos
pueden hacer sospechar que la filosofía política materialista de Marx está
precisamente en la renuncia primera del método de Hegel y en un retorno
eventual a él con el objetivo de una instancia de superación. Dice Gerardo
Ávalos al respecto: la filosofía de Hegel es una que consiste en “el
desgarramiento y la reconciliación”; aquí hay una clave importante, la negación
hegeliana no es una separación frente a lo que se presenta como contrario, es
más bien una irrenunciable implicación en la síntesis. Esto es, digo yo, lo que
Marx ha logrado tras su distancia del temido misticismo y, en última instancia,
lo que le permitió descubrir lo que estaba latente en el capital.
Voy a tratar de ser un poco más preciso en lo que creo haber entendido
en el recurso del método hegeliano en la filosofía política materialista marxiana
―voy de la mano de un capítulo determinante del libro de Gerardo Ávalos―. De
principio, la dialéctica hegeliana hace que Marx comience relacionando al
sujeto frente al objeto para poder explicar el papel productor del trabajador y
esto, en teoría, deviene transformación del propio hombre y del mundo que le
cupo en suerte. Además, nos dice Ávalos, el núcleo central de la “crítica de la
economía política” es la dialéctica hegeliana y con ésta el filósofo alemán
entendió que las cosas materiales no son exteriores a los hombres, aquellas son
más bien una suerte de despliegue de las relaciones humanas que hay entre los
hombres. Las cosas son, en última instancia, cosas en tanto “los sujetos” son
los que les otorgan “significado social a los objetos materiales” ―con esto no
estaría de acuerdo Baudrillard, incluso si le llamamos “objetos”―.
En suma, entonces, Ávalos advierte que su reflexión filosófica en torno
a la “crítica de la economía política” navegará turbulentamente por los
artilugios del capital para potenciar el poder, la dominación, la sujeción, las
resistencias, la emancipación y cualquier fórmula colectiva que apueste por la
contención y la disidencia… O sea, será menester ir del “desgarramiento” a la
“reconciliación”. Toda esta reflexión, si bien es filosófica, deviene imagen
antropológica, es decir, Gerardo no suelta al hombre como personaje central
dentro de la filosofía política materialista de Marx.
Pues bien, pienso que Gerardo Ávalos consideró necesario desarrollar un
primer capítulo donde pudiera anclar la importancia de que Marx se reconociera
discípulo de Hegel, con el método que desarrollaría aquél en su ulterior
desarrollo teórico. Qué quiero decir, Gerardo está seguro de que la “lógica
argumentativa crítica” que se puede ver en el “El Capital” ya se había gestado
desde que Marx tenía 25 años; veamos: consistía en leer a los teóricos que le
interesaban, no contradecirlos por el simple hecho de no simpatizar con ellos,
sino poner sobre la mesa sus contradicciones internas para poder superarlos
lógicamente ―“reconciliarlos” diría Ávalos desde su vena hegeliana―. Si esto es
así ―no hay por qué tener dudas―, entonces Marx lo que quería era comprender la
estructura latente de la naturaleza del hombre a partir de los pensamientos
filosóficos de los economistas modernos que habían sido radiados en aquel
momento. El punto interesante, pienso, es reconocer el camino que siguió para
lograrlo: sospechando de lo aparente y sugiriendo que otra explicación era
posible. Gerardo Ávalos dice que a Marx no le dio tiempo de completar su
empresa; lleva razón.
“La filosofía política de Marx” se publica en España apenas unos meses
después de que “Ética y política en Karl Marx” (Terracota, 2021) saliera
exitosamente en el mercado editorial mexicano, en éste, Gerardo Ávalos ya había
probado con la “perspectiva filosófica” (en realidad hizo filosofía política)
para encontrar en los subterfugios de la obra marxiana las normas morales
irreductibles a cualquier tipo de “moral revolucionaria”, es decir, reconoce
que la “crítica de la economía política” y en general la obra marxiana goza de
mayor contención filosófica antes que de solidez estadística en tanto tratado
económico. O sea, si hay una ética en Marx es porque Marx tenía un proyecto
político a través de su “crítica” ―su estudio lento, profundo y sistematizado:
Marx escribía sus reflexiones y sus cuadernos de trabajo mientras leía “La
fenomenología del espíritu”―, así que nuestro autor sospecha que Marx se vio en
la necesidad de estudiar qué era lo que estaban diciendo los economistas
modernos, pero sobre todo, por qué pensaban eso, qué fue lo que los hizo
concluir en ello.
Lo que siguió fue aplicar la dialéctica hegeliana, o sea,
contradecirlos, poner en duda su argumentario y avanzar a través de la
“reconciliación”. Claro, supondríamos que este método es lo que permitió a Marx
llegar a sus propias conclusiones, pero no es completamente cierto, porque
Ávalos advierte que en la “crítica de la economía política” está el sentido
textual del autor a estudiar y luego viene su análisis (“desgarramiento”) para,
a punto y seguido, opinar al respecto. En este sentido, la de Marx es una serie
de síntesis o consecuencias de la aplicación filosófica, y por eso mismo
rigurosa, de un método puesto a prueba y confirmado en sus resultados. Pues del
mismo modo, digo yo, Ávalos Tenorio ―una bestia lectora― encuentra una ética y
una filosofía política en Karl Marx, poniéndolo sobre la mesa para discutirlas
cuando sea menester.
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