jueves, 21 de octubre de 2021

Elogio de la dificultad y otros ensayos



Estanislao Zuleta (1935-1990), el autodidacta colombiano, recibió el Doctorado Honoris Causa el 21 de noviembre de 1980, su discurso de aceptación fue “Elogio de la dificultad”. La Editorial Planeta Colombiana ha recogido este ensayo en una colección dedicada a la obra del reconocido pedagogo y audaz filósofo nacido en Medellín. Se trata, y aquí apuro el paso para decirlo, de un reclamo de Zuleta a un auditorio por pretender lo inalcanzable y por ello mismos frustrar el espíritu al no poder asirlo y desplegarlo a modo. Dicho de otra forma, la búsqueda de lo absurdo aleja este mismo espíritu del reto intelectual, así que “deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa salacuna de abundancia pasivamente recibida. […] queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo” antes que la dificultad de pensar.

Esta posición kantiana de Zuleta se explica cuando reconoce la angustia perpetua en el hombre, que su reto está en ponerse a prueba y demostrarse que ha sido capaz de alcanzar la madurez de sus propios pensamientos y con ellos salir a enfrentar la vida. Se trata de superar la indecisión, nos dice nuestro autor, “de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto”. Zuleta advierte que el camino comienza por la lectura, la que es crítica, la que va línea por línea, objetivamente. El diálogo con los clásicos ora filósofos ora novelistas, poetas o dramaturgos, es, aunque se siga negando, una experiencia trascendental dado que el otro sí está ahí, el texto adelanta las respuestas de las preguntas que todavía no le hemos planteado. En cualquier caso, éstas siempre tienen que ver con nosotros.

Zuleta dijo cosas muy ciertas en este discurso, cosas como por ejemplo, que la dificultad provoca la retirada de potenciales mentes ingeniosas y profundas tras el primer fracaso, sin que nadie estuviera allí para decirles que precisamente aquel descalabro era en buena parte formativo. Surge entonces el miedo, dice Zuleta y aquí alude a Dostoievski ―Zuleta no era un existencialista, ni de cerca, era más bien serio, además de respetuoso con las buenas ideas― y afirma que “la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas”, dice que las cadenas son el territorio de la seguridad (no puedo estar de acuerdo con esto, pero veamos) porque “las seguridades […] nos evitan la angustia de la razón”. Así confirma Zuleta su inminente apego a la ilustración, el otrora bastión del liberador proyecto moderno.

Nuestro autor piensa con Bacon, Descartes y Kant, con ellos plantea sus problemas y los reconoce en la vida contemporánea. Lo dicho siempre: los clásicos no sin viejos son, en realidad, robustos. Zuleta insistía en que las nuevas preguntas no siempre recibían las mejores respuestas por buscarlas en el pensamiento más revolucionario y novedoso, a veces la parsimonia y elegancia de los clásicos obturaban el argumento de mejor manera, no obstante, reconoce nuestro autor, el sujeto que piensa hoy determina el calibre del enlace con Platón y Aristóteles, o más atrás, con la tragedia… y más atrás. Pero es con Hegel, Marx y Freud donde está el método de Estanislao Zuleta, no los considera maestros de la duda, éste es un artilugio hermenéutico “al que no se le debe parar tanta bola”, pues nada más claro que la dialéctica, el materialismo histórico y la asociación libre, nos dirá el pensador colombiano.

A todo esto, y ahora en torno a mis necesidades intelectuales, ¿por qué leer a un pensador colombiano en México y en medio del proceso creativo de mi tesis doctoral? William Ospina dijo en alguna ocasión que Estanislao Zuleta era el Alfonso Reyes colombiano (no sé si hay que cuidar ciertas distancias), Santiago Castro-Gómez no le ha concedido una sola línea en sus obras (tal vez por la ausencia de precisión académica por parte del autodidacta), los posmodernos colombianos saben que, salvo algunas frases que les viene a modo, el resto de la obra de nuestro autor no les conviene traerlo a suerte, los decoloniales ven una mezcla explosiva y peligrosa en el manejo arriesgado y atrevido que Zuleta llevó a los foros donde habló más de lo que escribió. Estanislao Zuleta no tiene una obra sistemática, pero sus reflexiones particulares alcanzan un nivel de profundidad que para descubrirlo hay que partir de algo: no importa si Zuleta leyó bien a Freud, a Marx o a Hegel, por ahí no va la cosa, lo que hay que buscar, digo yo, es por dónde le entra el agua al coco cuando nuestro autor plantea preguntas, describe sus argumentos y deriva en conclusiones con una precisión lógica que solo pocos alcanzan. Dicho a modo de un costeño oaxaqueño: Zuleta sabe que hay que lavarse el mono para levantar la mano y que el de al lado no se azore. 

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