En la maestría hice mi tesis sobre el discurso
freudiano y el problema del método en el psicoanálisis. Mis hipótesis eran
modestas, pues en menos de ciento cincuenta páginas sostuve que si bien la
asociación libre fue producto de modificaciones ulteriores a la catarsis que
practicaron Freud y Breuer, tan bien es cierto que la inauguración del
psicoanálisis no se fundaba completamente en ella. Esto quería decir, según yo
frente a mi directora de tesis y los sinodales el día de mi examen de grado,
que con mi lectura crítica de un conjunto de obras de Sigmund Freud y de la
mano de Michel Foucault con su historia como disrupción, encontré textos
psicoanalíticos incluso desde su famoso Proyecto y mucho antes de La
interpretación de los sueños. Sin duda que esto me metía en un aprieto, pero
logré convencerlos de que no estaba muy equivocado bajo el siguiente argumento:
si considero el contexto histórico para clarificar la emergencia del
psicoanálisis, entonces lo que tienen que hacer los psicoanalistas o freudianos
actuales es defender el pathos del siglo XIX y no el discurso atemporal
freudiano, y eso, muchachos, sería un absurdo. Dijeron que sí, que estaban de
acuerdo, y fueron los diez minutos más largos de mi vida en un auditorio donde
casi nadie fue a verme actuar.