La genealogía nos permite plantearnos, por lo menos, dos preguntas. La una arrastra una inercia nietzscheana y trata de dar cuenta sobre una cuestión: ¿cómo se producen las representaciones de los valores una vez que han sufrido la transvaloración? La dos es foucaultiana, con una gran deuda en Nietzsche y en Heidegger, y viene a platearse la duda en torno a ¿qué relación guarda una familia de discursos construida genealógicamente con las prácticas humanas contemporáneas? Ambas tienen algo en común: qué tipo de articulación hay entre la palabra y la cosa, entre lo dicho del valor y la voluntad que hay en torno a él.
La filósofa y psicoanalista Elena
Bravo Ceniceros escribió “El cuidado de sí como genealogía del psicoanálisis.
Antigüedad, Nietzsche y el psicoanálisis” (Ediciones Navarra, 2021). Entre sus
objetivos intenta mostrar una nueva genealogía del psicoanálisis, una que rompe
con la acostumbrada historia lineal (me parece que se refiere a la historia de
las ideas psicológicas) en la que invariablemente han ubicado a esta práctica
inventada por Sigmund Freud a finales del siglo XIX. Pero resulta que la
genealogía, estrictamente hablando, no es historia (no le interesa los hechos
en tanto acontecimientos), quizá por eso la autora se ve en la necesidad de lanzar
una hipótesis original: en cierto modo, parece decirnos, la filosofía es una
suerte de clínica interesada por ciertas prácticas del hombre, y Bravo
Ceniceros sospecha que se trata de los cuidados de sí. Si esto es posible,
entonces no tendría por qué sorprendernos asegurar que la génesis del
psicoanálisis ―esos territorios de discursos compartidos― pueda rastrearse por
fuera de la medicina y la psiquiatría, y más bien reconocer una deuda con la
filosofía helénica, incluso la medieval hasta la más antimoderna de todas: la
de Nietzsche.
No obstante hay que preguntarle a la
profesora Bravo ¿qué clase de genealogía es esta, que reconociendo la tradición
libresca de la modernidad, parece estar más interesada en rastrear ideas antes
que planteamientos conceptuales específicos en obras claramente definidas? Es
decir, y que esto quede a cuenta de la autora: ¿cómo se puede construir una
genealogía de los cuidados de sí en una obra completa y no en textos que fueron
acontecimientos en la historia de la disciplina, y si me apuran, hasta en
momentos ―por no decir capítulos― definitorios de un libro determinado? No
quiero que se me malinterprete, el trabajo es riguroso y quizá yo sea el que se
haya confundido, pero valga la pena decir que lo que la profesora Bravo ofrece
en su libro es una especie de búsqueda de los orígenes conceptuales del
psicoanálisis y ―lo que sigue lo sostengo yo, supongo que estará de acuerdo
ella― los modos en que estos discursos se convirtieron en prácticas humanas de
una profesión que interpela al psicoanalista y al paciente. Cuestiono esto
porque la profesora está de acuerdo con la sentencia aquella que dice “el
psicoanálisis será foucaultiano o no será”; pues venga, que se complete la
vuelta y descubramos lo imposible del imperativo.
Pero lo dicho antes, el libro
persigue los argumentos que sostiene la tesis: el psicoanálisis puede ser una
práctica que favorezca a los cuidados de sí. Por eso es de que su génesis está
en la filosofía de la Antigüedad ―y ya no solamente en la medicina y la psiquiatría―
y choca con la crítica a la modernidad de Nietzsche en el siglo XIX. Aquí hay
un conflicto que la autora logra librar, desafortunadamente le implicó una
buena cantidad de páginas y verse en la necesidad de abandonar en varios
momentos la genealogía y obligarse a hacer una breve historia de la profesión.
Y es que la genealogía no solo es un método de investigación, también es un
método de exposición, y aquí es donde todo este asunto experimenta su vuelta de
tuerca. Nietzsche tiene un objetivo primigenio: demostrar que la filosofía
helénica se equivocó y, lo peor de todo, que causo mucho daño a toda la
filosofía contemporánea. Pero en esta crítica a la modernidad está la propuesta
nietzscheana: si logramos desaparecer la figura del maestro (con esto también
logramos frivolizar los valores enaltecidos por el catolicismo), entonces
estará en nuestras manos la responsabilidad de salir avante de lo que su
admirado Schopenhauer denominó “un valle de lágrimas”. De lo contrario nos irá
mal, eso es lo que quiere decirnos Nietzsche, y así entendemos que Sócrates,
Platón y Aristóteles pueden decir misa, al final la vida nos va en ello.
La profesora Elena Bravo advierte que
el psicoanálisis ha mantenido un diálogo directo con varias disciplinas,
particularmente con la filosofía. Y tiene sentido, porque la filosofía no es
una ciencia, no es progresiva, mucho menos acumulativa. Es genealógica, en todo
caso, pero, y aquí la autora hace un magistral movimiento, la filosofía es
conceptual y por eso mismo prescriptiva. ¡Bárbaro! Así es como argumenta su
hipótesis: este diálogo del psicoanálisis con la filosofía ―esta nueva
genealogía, dice ella― convierte al psicoanálisis en una práctica de los
cuidados de sí, como la filosofía antigua y Nietzsche lo sugirieron en su momento.
Ciertas prácticas espirituales de la
antigüedad las ha encontrado la también psicoanalista en su oficio profesional
como terapeuta. No cabe duda del hecho, pero la autora de este libro sabe que
la genealogía busca conceptos que deriven en prácticas; ¿qué hacemos con este
problema?: las prácticas espirituales que se pueden rastrear a lo Foucault o a
lo Nietzsche desde la filosofía de la Antigüedad no son las que se
transformaron en prácticas de una profesión como la de psicoanalista, nada más
falso que eso. Así que la autora se entera que tiene que buscar la solución
conceptual en la misma obra freudiana y lacaniana: hay un discurso
psicoanalítico en diálogo íntimo con la filosofía, y es este territorio
compartido de discursos la que devino práctica humana llamada psicoanálisis
como oficio. Nada más que celebrar esta derivación en el libro de la profesora
Elena Bravo, ella lo dice mejor:
“Si la filosofía fue una práctica, un
estilo de vida y tenía una búsqueda de transformación de sí, el psicoanálisis, entonces,
guarda con ella una relación más importante que la que hasta hace poco se ha
reconocido” (Bravo, 2021: 281). Esto es más bien una conclusión antes que un
argumento, en el largo del libro la profesora da cuanta de este final
aparentemente obvio. Pero lo que a mí me interesa resaltar es que la profesora
sospechó siempre que la genealogía foucaultiana más que la nietzscheana podía
ayudarla a salir del problema. Me explico: la genealogía nietzscheana no llega
a prácticas humanas, tiene que pasar por Heidegger, es decir, se tiene que
tornar fenomenología y hermenéutica, antes de que Foucault haga lo que ya todos
sabemos que hizo con nuestro adorable y último invento de la modernidad, el
sujeto como posición ante la totalidad de lo real.
Finalmente, tengo una pregunta que me
aquejó mucho. Les sucede a muchos psicoanalistas foucaultianos, unos son mis
amigos y otros apenas los conozco: ¿por qué les cuesta trabajo aceptar que la
asociación libre no es más que un análogo moderno de la confesión cristiana, del
sentido parroquial de decir la verdad y librarse del peso moral? Antes que
decir “sí, es verdad, el psicoanálisis de moderno tiene lo que el medioevo de
progresista, se argumenta el error en el descubrimiento foucaultiano. No me
hagan caso, es un problema que la profesora no resuelve en este libro, aunque
dejó claro que no está de acuerdo con la conclusión.
He leído el libro de la profesora
Elena Bravo Ceniceros y me siento satisfecho con el ejercicio intelectual que
practiqué en cada página ―tengo una crítica: creo que hay más páginas de las
que se necesitaban; pero igual tengo una hipótesis: era la única manera de
salir de los problemas teóricos que demandó la obra, fue menester escribir y
escribir hasta resolverlo―. Yo soy metodólogo y psicólogo, y me siento como el
niño de “Sexto sentido”: veo genealogía por todos lados. Y, pues eso, ella dice
que el cuidado de sí puede ser una genealogía por rastrear y así dar cuenta de
un psicoanálisis, y yo de inmediato dije “ey, de qué va esto, hay que leerlo y
decir algo al respecto si se nos permite”.
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