domingo, 11 de julio de 2021

“El perfil del hombre y la cultura en México” de Samuel Ramos


 

Samuel Ramos (1897-1959) fue un filósofo mexicano que estuvo a cargo de la dirección de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México y formó parte del Colegio Nacional. Sin duda, uno de los más destacados discípulos de Antonio Caso. Junto con varios jóvenes profesores de la UNAM (Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro, Ricardo Guerra, Fausto Vega, Leopoldo Zea y varios más) formaron el popular grupo “Hiperión”, activo de 1948 a 1988, desarrollando un trabajo intelectual en torno a lo que ellos llamaron el “alma del mexicano”.

Influenciado por el filósofo español Ortega y Gasset, Samuel Ramos desarrolló en “El perfil del hombre y la cultura en México”, publicado originalmente en 1934, una reflexión filosófica en torno a la identidad y psicología del mexicano. Varios fueron los temas que estudió en este ensayo, entre los más importantes están el complejo de inferioridad, donde sostiene que varias expresiones del “carácter del mexicano” son compensaciones inconscientes de este sentimiento; también reflexiona sobre el desprecio colectivo por lo propio, y esto a partir de una inerte comparación o imitación del mexicano con lo europeo; y, quizá el más destacado de todas sus reflexiones, es que las consecuencias de la Conquista están en la estructura mental del mexicano.

Una de las conclusiones de Samuel Ramos en este libro es que la historia de México deviene mexicanidad, es decir, las consecuencias de la Conquista, nos dirá Ramos, hay que buscarlas, antes que en magníficas obras de artes o construcciones barrocas, en la psicología del mexicano, en los patrones de comportamiento que adopta a partir de las circunstancias que le cupo en suerte esto en el mejor de los casos, porque Samuel Ramos no parece muy optimista con que el mexicano promedio se entere del papel que le toca en el mundo a partir del lugar que pisa.

Pero el mexicano tiene sus fórmulas para salir avante del problema que le ocasiona el complejo de inferioridad: puede ser el macho, convertirse en indispensable frente a las mujeres y los demás hombres, porque en general el mexicano cree que “le sobran huevos” para compensar lo que le falta no estoy muy convencido de que realmente caiga en esa cuenta. También puede ser “pelado”, decir majaderías para que en una situación en la que él no tenga la ventaja logre más o menos salir al paso de la contienda o el debate. Y bueno, Ramos dice que el mexicano es “petulante”; le gusta ser así porque, lo mismo, compensa lo que falta, aunque sea un poquito, en todo caso habla con palabras rebuscadas en medio de un diálogo familiar, o toca temas de “alta cultura” en donde nadie quizá esté interesado en ello. Aquí lo importante es que a este mexicano se le note el conocimiento, la astucia y, con un poco de suerte, el estrato que le da un trabajo en particular. En fin, el tema es compararse siendo macho, pelado o petulante, quien más lo sea es más mexicano que cualquier europeo.

Pero detengámonos un momento. Samuel Ramos habla del mexicano cuando puede, habla de un mexicano, pero no importa, quizá es un recurso retórico que viene bien en filosofía y habla de México. Si me preguntan qué son estas dos cosas, diré que son don núcleos teóricos, esto es, que Samuel Ramos se da a la tarea de nombrarlos con un psicoanálisis el de Alfred Adler, disidente del grupo de Sigmund Freud y así va argumentando para derivar en sus ya mencionadas conclusiones. Por ejemplo, dice que México es joven y por eso mismo es fantasioso. En este punto no hay problema, pero reparo cuando dice que por eso mismo el mexicano trae inoculado esa juventud y esa fantasía. Dice juventud como diciendo inmadurez filosófica, o con la representación de su país gravemente disminuida.

Sigo con cuidado lo que este filósofo dice y me deja pensando el ejercicio de analogías al que recurre con insistencia: “como México es un país joven” advierte, “resulta que nuestra política está afectada por la debilidad de la juventud que tiene como nación y por la de los individuos que personalmente la orienta y trabaja en ella”. Lo que quiero decir es que Samuel Ramos, en tanto filósofo que usa un método, reflexiona desde la filosofía de las circunstancias de Ortega y Gasset y el psicoanálisis individual de las compensaciones de Alfred Adler, para naturalizar a México y abstraer al mexicano de las cualidades que dan forma a su personalidad, y Ramos, sin más, lo pone codo a codo con México en tanto ida de país o nación. Pero ojo, México no tiene personalidad, faltaba más, lo que tiene es historia y la que le interesa a Ramos es la trama que viene de la Conquista, y es a esta historia a la que llama “joven” y “fantasiosa”, no veo otra posibilidad.

Y cuál es el perfil del hombre, entonces. Ramos cree que el espíritu del hombre es menester conocerlo para saber qué tipo de cultura puede crear este mexicano. Ahí está el perfil, donde la cultura se finca, donde se despliega y finaliza: el hombre genérico, y a decir de Ramos en el mexicano nominal. En cualquier caso, su máximo apuntalamiento está en la cultura que experimenta en ciertas circunstancias que él mismo creo. Claro, esta cultura no es la de las obras de arte, o sea, una concreción objetiva, nos dirá el filósofo mexicano, él sugiere que la tarea de la educación profesional mexicana es construir una "cultura en acción", que se despliegue en el hombre que será parte de una “generación” en tanto momento y posición de época.

“El perfil del hombre y la cultura en México” tiene varias tesis; una de ellas me asombra demasiado: “Si ajustamos nuestro querer a nuestro poder, entonces el sentimiento de inferioridad no tiene por qué existir”. Adler nos enseñó otra cosa, creo yo, que caer en la cuenta del complejo de inferioridad hacer consciente la experiencia a partir de un psicoanálisis a la freudiana nos hace convertirla en potencia de cambio, en busca, precisamente de la compensación en donde nos haga falta. Pareciera que Ramos quiere desaparecer este complejo y al lograrlo a través de la educación, México puede alcanzar otros niveles de integración del pasado europeo a la circunstancia reales. En fin, lo que pienso es que un psicólogo de la compensación tipo Adler quizá diría: “ese complejo de inferioridad del mexicano o de México como país al hacerlo consciente, antes que meterlo en problemas lo llevaría a mover las pasiones hacia el beneficio colectivo y no precisamente a la pedantería, la petulancia y la peladez”.

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