Ian Hacking (1936) piensa con Thomas Kuhn, Paul
Feyerabend, Casimiro de Lewy ─su director de tesis en la maestría y el
doctorado─ y con Wittgenstein ─del que fuera alumno su mentor─ cuando hace
historia y filosofía de la ciencia, sobre todo aquella que se desarrolló en el
siglo XX. Claro, cualquiera pilla que busca describir y explicar cómo fue
tomando forma esta ciencia, y para eso, lo dicho, hay que buscar en la
historia, en los experimentos de antes en analogía y diferencia con los de
ahora, y, sobre todo, en el lenguaje. En suma, la noción continuista de
historia permite aplicar un método filosófico para dar cuenta de un realismo
científico, donde la ciencia es ante todo una práctica humana y por eso mismo
social. Pero ojo aquí, el también presidente del College de France y
profesor en la Universidad de Toronto, hace una crítica a la construcción
social de la realidad propuesta por Michel Foucault ─del que recoge,
curiosamente, su categoría de crítica─.
Para celebrar los primeros cincuenta años de La estructura de las revoluciones científicas (FCE, 2013) de Thomas Samuel Kuhn (Estados Unidos, 1922-1996) en la colección Breviarios del Fondo de Cultura Económica, se ha incluido el Ensayo preliminar de Ian Hacking, quien ha dedicado buena parte de su trabajo intelectual a pensar el impacto social y académico de la obra del físico y filósofo de la ciencia estadounidense.
Hacking comenta que Kuhn logró
hacernos entender la ciencia en tanto actividad que hacen los seres humanos, y
que la sistematización de estas tareas es lo que “nos ha permitido dominar el
planeta” (2013: 11). El profesor norteamericano eligió la física y su historia para
dar cuenta de las preguntas que le exigieron los problemas que se planteó. ¿Las
ciencias revolucionan? ¿Tienen una estructura las revoluciones científicas?
¿Cuál es? En 1962 Thomas Kuhn escribe su más famoso libro y ofrece una
respuesta. Al respecto Hacking escribe lo siguiente:
“[…]
una ciencia normal con un paradigma y dedicación por resolver rompecabezas,
seguido de graves anomalías que llevan a una crisis y, por último, la
revolución de las crisis por un nuevo paradigma” (Hacking, 2013: 14).
Cuando las cosas están
así, entonces se requiere de un cambio de paradigma, y ya el tiempo dirá si se
trata de una revolución. Pero en cualquier caso sí hay una estructura, y se
configura por cada uno de los momentos que se han señalado en la cita anterior.
Las investigaciones no
buscan precisamente la innovación, nos dice Hacking, en su lugar, se ocupan de
ciertos problemas pendientes (rompecabezas) claramente definidos dentro del
campo de conocimiento, ahí hacen operar sus modelos teóricos y técnicos. Esto
es en esencia una ciencia normal. Hay objetos, métodos, preguntas e hipótesis
a los que un científico perteneciente a ella recurre frecuentemente, y así describe
y explica los fenómenos que él mismo, junto con sus colegas, han marcado como plan
de trabajo investigativo.
Es el paradigma,
nos dice Hacking, el recurso más valioso con el que cuenta una
ciencia normal y los científicos que pertenecen a ella. Ésta “se basa en
descubrimientos científicos pasados reconocidos por alguna comunidad científica”
(2013: 29) y que puesto a prueba frente a problemas novedosos ha logrado responder
de manera satisfactoria.
Si bien el paradigma en
tanto concepto ha sido lo más criticado de la obra de Thomas Kuhn, Hacking
considera que el verdadero problema está en otra parte, en la sociología del conocimiento,
que no careció de interés para el norteamericano: ¿Qué hace que un grupo de
investigadores decida congregarse en una comunidad científica? La respuesta
está en los paradigmas, dice Hacking recuperando las ideas de Kuhn, porque un
paradigma es, en última instancia, un modelo que describe un problema dentro
del campo científico y que después responde a las preguntas planteadas. Así se
confirma que funciona en tanto núcleo de saber científico.
La sociología del
paradigma es que logra que los científicos adheridos a él estén abiertos al
debate, porque la comunidad científica realmente está interesada en ella, lo quiere mejorar, lo quiere ajustar, y, si es menester, desecharlo y buscar uno
nuevo.
Los
paradigmas constituyen una parte esencial de la ciencia normal y ésta, al ser
practicado por una comunidad científica, permanece mientras tenga actividades pendientes,
es decir, problemas aún por resolver que la investigación y los métodos puedan
disipar: leyes, instrumentos y otros, que la tradición contempla (Hacking,
2013: 31).
Algo más que es importante señalar de los paradigmas, según el preliminar del profesor Hacking, es que moldea las prácticas científicas futuras. Es decir, a partir de que un paradigma se establece y fusiona a determinada comunidad científica, habrá patrones, cánones, fórmulas de trabajo y hasta maneras similares de plantear las preguntas y las posibles soluciones. Por su puesto, esto no sería posible sin las anomalías, caso contrario, las comunidades científicas estarían echados a la bartola, haciendo honor a la constancia que caracteriza a la ciencia normal.
De cierto modo, las anomalías son lo
mejor que le puede pasar a un paradigma, básicamente porque pone al tanto a la
comunidad científica sobre esos nuevos cuestionamientos, sobre ese problema
novedoso al que quieren poner a medir su paradigma.
“La meta de la ciencia normal no
son los descubrimientos” dice el profesor Hacking, “sino el esclarecimiento del
statu quo”. Parece que estamos ante el primer momento de la
investigación científica, esto es, la descripción. Esta ciencia normal tiene
objetivos claros y sin mayor problema los alcanza, ya hemos dicho que es porque
su paradigma está hecho para eso, para resolver los problemas que él mismo se
plantea. Pero pasa algo interesante, y nos lo hace notar Hacking, “los
descubrimientos no se dan cuando las cosas van bien” dice, “sino cuando las
cosas se salen del camino” (Hacking, 2013: 35), son irregularidades que llegan a oídos de la
comunidad científica cuando menos se lo esperan o al menos no como lo
sospechaban. El profesor Hacking dice que esto no es más que la anomalía a la que se refería Kuhn. Se trata de ese momento en el que los investigadores se ponen a
trabajar largas jornadas, experimentan con nuevos instrumentos, con métodos a
veces inusuales para ellos… en fin, la comunidad científica se apasiona y dice
que para eso es que estaba siguiendo un paradigma, para cuando se presentara una
anomalía.
No se trata de una refutación al
paradigma, se trata de un posible acontecimiento en la historia de la ciencia.
Pero bueno, no será la ineficiencia
o ignorancia de la comunidad científica la que impida medir el paradigma
frente a problemas novedosos. Más bien se trata de la misma realidad que la
ciencia normal quiere aprehender con sus métodos y sus técnicas. Si esto ya no
se logra, entonces la ciencia normal con su paradigma ha entrado en crisis,
y, eso sí, la comunidad científica, abierta siempre a cuestionar su paradigma,
no dudaría en sustituirlo sin soslayar que es inconmensurable frente a un nuevo.
El profesor Ian Hacking, tras la excelsa
descripción de la obra más importante de Thomas Kuhn, nos hace reflexionar en torno
al trabajo científico, pero se refiere al que hacen los jóvenes que a veces
llevan bata blanca y se pasean por laboratorios y salones de conferencia
comunicando sus resultados. Quizá a la gente común no le importa tanto la
crisis de un paradigma, pero es que para ellos es indispensable, porque los
guía, los moldea, les da pautas a seguir. Los científicos, dice Hacking, buscan
incansablemente referencias que les digan desde dónde partir y hacia dónde
dirigirse. Los paradigmas son ese faro que en mitad de una tormenta sigue mando
pistas de por dónde seguir escudriñando.
Esto es el cambio de la visión
del mundo que experimenta el científico en su campo de conocimiento.
Para él las cosas comienzan a funcionar de otra manera y hay una explicación
clara de por qué es así y no de otra forma. Nota nuevos fenómenos que antes no
tenía la referencia o el paradigma para poder caer en cuenta; se sorprende y
busca a alguien con quien compartirlo, pero ese alguien debe creer en el mismo paradigma
y poder retroalimentarlo. Problemas novedosos lo interpelarán y él, partícipe
de esa revolución, sabrá cómo actuar para dar respuestas a lo que hasta ese
momento parecía imposible.
Lo importante en todo esto ─al
menos esa es la lectura que hemos hecho del profesor Hacking─ es reconocer que la
ciencia pre y posrevolucionaria son inconmensurables entre ellas. Es decir,
lo que la ciencia pre revolucionaria resolvió en tanto problema no puede compararse
con los novedosos objetos que la ciencia posrevolucionaria atiende. Ha dejado
de mostrar intereses en los problemas de la anterior ciencia, ¿por qué?
Precisamente porque la ciencia pre revolucionaria ya dio cuenta de ellos, es
más, quizá la ciencia posrevolucionaria no tendría elementos para explicarlo,
porque su ornamenta, su cambio de paradigma, la llevó a nutrirse de nuevos
conceptos y nuevas categorías que no descifrarían los problemas anteriores. No
pensamos dar ningún ejemplo aquí, porque, igual que Kuhn, compartimos la idea de
que un ejemplo es inconmensurable a la explicación que pretende ejemplificar ─sencillamente
es imposible, y quien abuse de ellos es porque es un falto de talento─. En
resumen, la ciencia posrevolucionaria no es mejor que la pre revolucionaria,
simplemente responden a momentos completamente distintos.
Este cambio de lenguaje se aleja de
aquello que en el pasado dio respuestas satisfactorias, pero que ahora hacen
parte de la historia de la ciencia. Pero ojo, que Galileo, Newton, Kepler y Planck
siguen teniendo razón en lo que dijeron ─hasta ahí la historia─; no obstante, habría que ver por qué decidieron responder de esa manera y desde esos lugares ─hasta
ahí la sociología de la ciencia─; para que finalmente establecieran un modelo
teórico que describiera y explicara a partir de conceptos, categorías, técnicas y
métodos que, por inconmensurabilidad, hoy ya no podrían dar cuenta de los
nuevos problemas de la física moderna y la actual ─aquí está la filosofía de la
ciencia─.
¡No se mueran nunca!
__________________
Hacking, Ian (2013), "Ensayo preliminar", en Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, 4a edición, Fondo de Cultura Económica, México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario