miércoles, 8 de enero de 2020

"Las variaciones de Hegel. Sobre la Fenomenología del espíritu" de Fredric Jameson

¿Por dónde tiene que andar el pensamiento para poder conocer? En esto parece consistir la “Fenomenología del espíritu” de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (Alemania, 1770-1831). Aunque la respuesta se mantenga reservada por el momento, se puede decir que por donde quiera que sea su recorrido, por método llevará la filosofía. Así, parece que el espíritu está antes de la naturaleza y que la dialéctica de éste es lo que hace que lo segundo se configure. “La meta” dice Hegel en su famoso y tortuoso prólogo, “es que el espíritu llegue a la intelección de lo que es el saber”. Así, con pasos dudosos, se puede inferir que el conocimiento está afuera, y esto se contiene en una dimensión estética. Kant, a pesar del esfuerzo hegeliano, sigue presente y la tarea e insomnio de Hegel, digo yo, consistió en superar este monstruoso problema filosófico. En “Las variaciones de Hegel” de Fredric Jameson (Estados Unidos, 1934) se propone una lectura versátil donde se da cuenta de este pequeño salto del espíritu.
Jameson cree que la debilidad de la “Fenomenología del espíritu” radica en la persistencia filosófica de su carácter teleológico, y por eso parte del análisis del lenguaje, al que, por cierto, a diferencia de Kant, Hegel le dedica una profunda reflexión, precisamente porque la filosofía del espíritu era eso, un lenguaje de lo absoluto y lo que es la totalidad de lo real. Pero ya que ando en estas, por qué aquí aparece un Kant que suena a dique, a impedimento de salto y progreso de la historia. Jameson creo que tiene una pequeña hipótesis y no duda en plantearla: el romanticismo impregnó toda la filosofía alemana del xviii, y claro que el idealismo no se libró. Kant había advertido a sus contemporáneos ─y esto dicho como quien está en corro en una mesa con cervezas─: “No se metan en problemas, la filosofía crítica es la única filosofía posible, así que pasen de cualquier romanticismo que apunte hacia la inclusión de las pasiones en el proceso de conocer”. O, dicho de otro modo, menos jovial, vaya que sí: “que la razón tenga sus limitaciones no significa que las pasiones sean las que expliquen lo que hay más allá”. Para ciertos autores, ni el mismo Hegel hizo caso a estos consejos y pues Jameson da cuenta de esto.
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El espíritu, insiste Hegel, es la conciencia, pero parece que apuesta a una suerte de colectividad. Es decir, ese paso del sí-mismo al resto es la única salida del pensamiento para ir en busca del conocimiento. Aquí otra vez Kant: el accidente, el fenómeno, pero no la esencia en sí. Pero aquí ya no entiendo, si estoy partiendo de la idea de que Hegel intentaba resolver este problema, la esencia en sí es lo que hay que conocer; el hecho de que el pensamiento salga en busca del conocimiento no significa que no vuelva y se instale en la organización psíquica, en la sistematización epistemológica. Me explico: cuando discutimos a Kant en el seminario de posgrado entendí que la moralidad no era suficiente, y que esta insuficiencia no radicaba en la calidad del saber sino en la dinámica de quien está conociendo, por eso Hegel llega afirmando que sí, que los límites de la razón se resolvían con el espíritu que se colectivizaba. El meollo de todo esto, creo entender, está en la comprensión de la vida colectiva como totalidad. Aquí, ay, Kant ya no basta.
La “Fenomenología…” es un método que nos viene a imponer (sí, toca asumirlo así para que funcione) una forma de conocer lo que captamos con los sentidos (estética). ¿Pero dónde está la diferencia con el criticismo kantiano? No son la misma cosa, pero sí plantean el mismo problema gnoseológico. A diferencia de Kant, Hegel incluye una dimensión que después los posmodernos vendrían a intentar descifrar: las relaciones intersubjetivas (¿recuerdan la advertencia kantiana a los filósofos de pararle bolas al romanticismo?, pues ahí lo tienen). Con Kant el idealismo obtuvo su máxima expresión en el plano de las ideas, y con Hegel, en la gran filosofía que estaba construyendo, los soldados que se mataban y las ideas políticas de un sujeto falible jugaron un papel importante.
Tomaré otra ruta: el objeto está afuera, y es el sujeto el que lo acomoda. El que va de uno a otro, yendo y viniendo, se llama pensamiento, y es el sujeto el que lo hace operar. La cosa es que a ratos ese objeto se torna sujeto, la vida colectiva es un objeto con características del sujeto cognoscente que lo quiere aprehender. Esto es, así y ya sin dudas, la intersubjetividad que al parecer no encontraremos en Kant y hace que Hegel le quite tres cuerpos de ventaja.
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Me parece que por eso a Hegel se le hacen imprescindibles las oposiciones, porque en el papel de la negatividad está la superación. Al respecto recuerdo una charla con un amigo politólogo: “¿Por qué Chantal Mouffe evita el paso por Hegel?” me preguntó, yo, sin saber lo que iba a decir, intuí algo muy lógico: “porque con Hegel el problema se resuelve y el conflicto ─la relación adversarial─ desaparece y a lo que sigue”. Esto desató una carcajada en mi amigo, y le di razón, yo también pinté una risa, pero aquí lo importante es caer en la cuenta de que Jameson recupera esta noción de la oposición: este conflicto se tiene que resolver y seguir adelante, este antagonismo se tiene que superar y a encontrarse con otro y con otro y hasta el fin de la historia. ¿Será esto la dialéctica? En parte sí, la parte que entendí.
Pero bueno, voy cerrando estos apuntes que, como siempre, responden a mi bitácora doctoral y a la necesidad de clarificar mis lecturas. Justo eso hizo Frederic Jameson, leyó “Fenomenología del espíritu” y se fue paso a paso, es decir capítulo por capítulo y con un marxismo que le dio luces para decir que la forma más modesta de “actualizar” a Hegel está en recuperar la noción de espíritu en la vida colectiva como totalidad.

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