lunes, 13 de enero de 2020

“El más sublime de los histéricos" de Slavoj Žižek

Este libro fue la tesis de doctorado defendida por el filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Žižek; se la dirigió Jacques Alain-Miller, quien fuera yerno y heredero teórico del mismísimo Lacan. ¡Así las cosas! Su edición en castellano lleva por título “El más sublime de los histéricos”, y en él se supone que se devela la lógica de la triada hegeliana (tesis-antítesis-síntesis). ¿Cómo? Sencillo ─¡jua!─, a partir de la articulación de Hegel y Lacan. O como mi profesor advierte: leyendo a Hegel a partir de la teoría del goce y la angustia de Lacan, sin soslayar el estudio sistemático de los seminarios X, XXII y XXIII. Pero nunca basta con lo que se tiene, así que Marx y Kant aparecen en las últimas partes del libro como algo necesario y las cosas se complican demasiado. A ratos el texto está encriptado, pero leyendo línea por línea y regresando más que avanzando, con suerte se puede llegar a unas cuantas buenas conclusiones.
Es menester, creo yo, plantear algunos aspectos en torno a la relación que hay entre Hegel y Lacan, esto antes de lanzar los apuntes de la lectura que realicé para hacer frente al seminario teórico en el doctorado. Lo primero que hice fue preguntarme cuál es la ruta por seguir para llegar de Hegel a Lacan y después, ¡ay!, regresar por ese mismo camino sin que las madreselvas hayan cubierto la vereda en nuestra ausencia y terminemos perdiéndonos. Pues caí en la cuenta de que basta Lacan para llegar a Lacan, pero el camino de regreso, es decir, de Lacan hasta Hegel, cambia un poco el escenario, porque Marx y Kant se hacen indispensable para dicha empresa. Aquí, ¡caramba!, las cosas ya no parecen muy claras: a ratos el texto me resultaba más una alegoría antes que un texto de filosofía.
Lo segundo que hice fue contarme buenos chistes ─juro que hablo en serio─, pero con un requisito indispensable: que en su segunda sentencia se negara la primera. No es mi idea, Žižek hace esto desde la primera parte del libro. Daré un ejemplo ─ay, que fastidioso son los ejemplos─: un hombre llega y le dice a un mago “desde pequeño quise ser mago, pero mi madre me advirtió que me iba a morir de hambre, y se lo agradezco, porque parece que fue sabia en su consejo”, el mago que acababa de dar una función y era el interpelado espetó negando la premisa “después de veinte años de practicar la magia en espectáculos infantiles no he conocido esa clase de magos de los que usted me habla”. El primero en hablar retomó la palabra y dijo “justo a eso se refería mi madre, ahí es donde está la mediocridad”.
El mago desconocía algo que en la tesis de su interlocutor era evidente. La antítesis lanzada por el mago no pudo sostener la negación sugerida; pero ni el mago ni el primero que habló intuyó que la síntesis vendría a mediar, a imponer la parsimonia y hacer que la cosas, ¡vaya que sí!, sigan avanzando para dar cuenta de la historia en un presente perpetuo. Pues bien, todo esto, a juzgar por la obra de Žižek se puede hacer con una nueva lectura de Hegel, una de la mano de los seminarios y escritos de Lacan, la de un psicoanálisis lacaniano de la escuela dirigida por su director de tesis.
A estas alturas es cuando vemos que las ondas producidas por la piedra arrojada al arroyo se torna un tsunami teórico. ¡Descomunal!
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Ahora, hay que encender las luces que vamos en carretera y ya es de noche: hay un Hegel en Lacan; también hay un Hegel en Žižek; y por si fuera poco, tenemos un Lacán en Žižek (que fue leído desde Hegel de la mano de Marx y Kant). Este es el arqueo teórico en “El más sublime de todos los histéricos”. No es sencillo, pero sí es sistemático. Vayamos a ello. El Hegel que usó Lacan fue aquel que desarrolló Kojève en Europa, donde la historia, según el pensador, se había acabado y por eso el filósofo-hombre ya no tenía nada que hacer, salvo ser un dirigente político de alto rango. El hombre, a decir de Kojève, sólo tiene una certidumbre, irrompible por todos sus lados, y es que eventualmente se va a morir. Su muerte niega su vida, y justo en esta negatividad está el sentido de su existencia, de su devenir hombre pensante. Aquí hay un mal chiste antagónico: el hombre de razón sabe que no tiene mucho caso esforzarse, total, la historia de razón ya se ha acabado. Lacan encontró sentido en esto y dijo “aquí está el Hegel que andaba buscando”. La historia da cuenta de esta adopción filosófica, el psicoanálisis lacaniano obtuvo una verdadera potencia teórica con ello. Žižek, filósofo antes que psicoanalista, por su parte decide hacer una lectura de Lacan y vio que éste había hecho una revisitación de Hegel: “este es el Lacan que estaba buscando” debió decir con una sonrisa de oreja a oreja.
¿Entonces qué es lo que articula a Hegel con Lacan desde la mirada de Žižek? Una categoría filosóficas y dos concepto psicoanalítico, según lo veo yo: la crítica como método por un lado, y el goce y la angustia por otro lado. Con la crítica hay una vuelta a Kant pero una salida inmediata en la superación de la gnoseología sujeto-objeto; con el goce y la angustia se define una tesis que permite confirmar (ahora en Hegel) que, efectivamente, el deseo siempre es deseo del Otro.
Señores, este es el andamio teórico en “El más sublime de todos los histéricos”, o al menos este fue con el que yo di y me partió la cara por tres lados.
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Ahora bien, el libro lo he estudiado en el marco de un seminario teórico titulado “Fenomenología del poder y Estado”. Dicho así, de botepronto y con muy mala puntería, cabe decir que nos interesa las dimensiones empíricas-dinámicas (así le llamo yo y ya me explico) y cómo estas se conectan con las ideas que descifran su proceso histórico. Decía que me explicaba: la única manera de superar la relación sujeto-objeto (planteamiento kantiano disputado con gol a favor por Hegel) es estudiando el fenómeno (kantianamente es lo único que podemos conocer, la esencia en sí misma es imposible, Hegel dice que no, que se puede, y de eso va la superación gnoseológica de Kant), o como dice mi profesor “comprender el modo en que la conciencia deviene mundo”, o como he dicho yo en otros momentos “para saber por dónde le entra el agua al coco es necesario descifrar las condiciones estructurales (fenomenológicas) del coco y del agua que le va a entrar”. Más claro: cada vez que digamos poder o Estado no solo tiene que significar algo, sino que debe representar algo, otra vez, que “devenga mundo”.
Lacan lanzó una sentencia a los jóvenes del Mayo del 68: todo revolucionario, en última instancia, lo que busca es un amo. Según algunos teóricos, Lacan hizo de profeta y el amo llegó con la necesaria condición de un esclavo. Jamás los jóvenes serían sus propios amos, el cambio de cadenas se torna estadio imprescindible para devenir mundo. Pero lo que es un hecho aquí es que la razón con la que se disputaba el poder derivaría en una nueva relación de poder donde, ¡maldita sea!, la vuelta de tuerca no sería a favor del disidente. Pero en todo caso es sublime la lucha en las calles, esa bestia que protesta, intentaría revindicar cierto deseo, el problema, me dirían mis amigos lacanianos, es que se trataría, siempre, del deseo de Otro (con mayúscula). Digo esto porque para Žižek el antagonismo (esta relación de poder) y la subjetividad (la relación sujeto-sujeto) no pueden ser historiados, sólo criticados a partir de la ideología, y con esto quiero decir ─Hegel querría decir─ que de pasado a presente y de futuro a presente no hay movimiento, más bien dialéctica y es en lo perpetuo del acontecimiento.
Mi profesor me dio un consejo antes de comenzar a leer “El más sublime de los histéricos”, era menester leer “El sublime objeto de la ideología”. Lo hice, y los resultados pueden ser pocos, breves e insustanciales, pero lo que leen es lo que hay… por ahora.

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