lunes, 11 de marzo de 2019

Reseña de "Acontecimiento" de Slavoj Žižek. "Permita el libre cierre de puertas"


Se llama Slavoj Žižek nuestro autor. Es esloveno, nació en 1949 y, si nadie le dice “basta, para”, el tipo podría hablar cinco horas de corrido. Según me cuentan sus fans –los tiene, situación que para la filosofía actual ya no es extraña– sus conferencias pueden durar más de dos horas, a veces rebasa las tres. Sale en TV, en YouTube y abarrota los auditorios de las universidades –si hay que irse a las canchas de basquetbol para que quepan todos, pues se sale y punto–. Le llaman filósofo, sociólogo y hasta psicoanalista –no es poco para este señor que odia que lo llamen profesor–; yo lo que creo es que un voraz lector –sus técnicas no las revela–, además de ser un compulsivo escritor que ya no puede parar. ¡Un día notaremos que se está repitiendo, eso significará que se ha terminado de vaciar! La lectura de sus libros es frenética, y por eso mismo uno se encuentra con más de trescientas páginas sin notarlo, pero de pronto nos regala Acontecimiento (Sexto Piso, 2018) que no alcanza las 180 –seguramente estaba en el baño de su pequeña casa y se le ocurrió escribir sobre el caso–. Es decir, somos testigos de la existencia de un monstruo filosófico.  

La primera edición de Acontecimiento fue en 2014, escrito en inglés –hasta el acento se le nota a este man, lo cual es fenomenal–. Actualmente está en las librerías y su precio apenas rebasa los doscientos pesos mexicanos, y estando en manos del equipo de Sexto Pisola calidad no puede ser menos que chingona. ¿Pero que de qué va el libro? Pues bien, de eso hablaré a continuación, del libro, de la forma de las cosas. Con esto advierto que mis lecturas de y sobre Slavoj Žižek recién toman fuerza; tengo apuntes a tirar y ya no sé cuál iba primero y cuál ocupa espacio en un supuesto final. Quizá esta reseña sea la de un estudiante de doctorado en ciencias sociales al que le han pedido revisar el pensamiento de este pro-fe-sor, y hasta el momento ha acumulado cuatro libros, incluido Acontecimiento. El sublime objeto de la ideología (Siglo XXI, 1992, Madrid), En defensa de la intolerancia (Diario público, 2010, Madrid) y En defensa de causas perdidas (Akal, 2011, Madrid) completan mi introducción al llamado “pensamiento” de Slavoj Žižek.

Slavoj Žižek divide sus reflexiones entre el idealismo alemán (Hegel) y el marxismo que tira pa’lante (todavía después de Marx). Pero este regreso que implica el abandono parcial de Marx para llegar al Hegel total lo hace en la nave del psicoanálisis lacaniano. Pero no le bastan estas tres filosofías, para Slavoj Žižek la cultura popular es imprescindible, porque de alguna manera es ahí donde las representaciones empíricas le dan factibilidad y veracidad a lo que está diciendo: habla de los ovnis, de supermanes y actores de cine, de películas y novelas policiacas y de terror. Si uno tiene paciencia y continúa, de pronto encuentra el profundo pensamiento de Slavoj Žižek que en el rebusque de sus inicios hay una hamburguesa de McDonald. Esto suena complicado desde ya, y en Acontecimiento se dispone a dejarlo claro al inicio para que no haya queja alguna a mitad del libro.  

“Imaginemos que estamos realizando un viaje en metro con muchas paradas y transbordos, y que cada parada representa una presunta definición de acontecimiento” dice Slavoj Žižek en una suerte de introducción a lo que les espera. Quién lea Acontecimiento en una ciudad sin mar y sin metro, jodido está, pero le puedo decir que en Ciudad de México un transbordo en hora pico es la muerte, y que cada estación tiene su forma propia y su propia dinámica. A estos lectores les deseo suerte, porque a mí me ha pasado lo mismo, Europa me queda lejos y me tocó hacer un gran esfuerzo por mediar lo que se presenta como desventaja cuando en verdad es una posibilidad de imaginar. Nada que Slavoj Žižek no haga a botepronto en cada una de las páginas de Acontecimiento.

En la primera parada el acontecimiento se define, se redefine y se enmarca; esto quiere decir que la caída –la transustanciación cristiana– es el acontecimiento que rompe el curso normal. En otras palabras significaría, recuperando lo que el mismo autor propone, que el acontecimiento es un efecto que ha trascendido sus causas, lo cual, si queremos ejemplificarlo, es que a un diagnóstico de enfermedad perra no le sigue precisamente un tratamiento, más bien una suerte de recuperación del estado emocional, humano, del diagnosticado que no sabe si continuará con vida.  

En la segunda parada el acontecimiento es Iluminación, Adán tenía que caer, es decir morder la manzana, la derrota y el desastre de lo perfecto es lo que permite la aparición de Dios, así que su descenso a la tierra –en el paraíso, pues– iluminó el error, pero también mostró la posibilidad de la verdad. Eso ya duele. Esta sospecha de manipulación de vida me causa un poco de escarnio, pero se trata de Slavoj Žižek, qué diablos puedo decir yo. Algo parecido sucede en la tercera parada, donde el budismo se naturaliza, así que en la búsqueda de la felicidad y del no-sufrimiento, uno se encuentra con el sacrificio, algo así como “duele, pero después la tranquilidad y la luz serán eternas”. Pero duele, coño, y el dolor es cicatriz y a esto Slavoj Žižek le da risa y se escucha en lo que escribe. 

En la cuarta parada, que seguramente he entendido equivocadamente, pero igual les digo, hay tres acontecimientos en uno –la cajita feliz– y que devienen de la tercera parada: la verdad duele, aunque después la paz sea eterna; el acontecimiento le sucede es a uno, el yo acontecimental, la experiencia parte de uno, siempre; y como siempre la estamos embarrando, pues hay que hacer algo con ese estado natural de yerro constante, por ejemplo decir que de la verdad surge el error, así que por más atinado que estemos, invariablmente el destino es el precipito. 

Decía yo que Slavoj Žižek es un lector voraz, y Lacan no se escapa de sus intereses, pero además lo ha convertido en herramienta para trabajar. Ve en el psicoanálisis tres acontecimientos, lo real que efrente a la cosa; lo simbólico como forma de nueva armonía; y lo imaginario, donde el acontecimiento no es un suceso material, como antes se discute en el libro, ahora está alejado, pero no independiente, está, dice Slavoj Žižek, “en el dominio de frágil superficie entre el ser y el no-ser”.

Pero Slavoj Žižek no sería él si después de construir el castillo de arena en la playa no disfrutara de patearlo hasta que la monumental mini-construcción se viniera abajo. Seguramente le preguntarían, “ey, ¿pero de qué sirvió que lo construyera si al final lo ha hecho añicos?”. El respondería con otra pregunta que vendría a sonar más o menos así pero en esloveno: “¿y quién le dijo a usted que mi objetivo era disfrutar de la estética de un castillo de arena y no su estado de desastre, su caída, su acontecimiento, lo cual implicaba su previa construcción?”. El que lo cuestionó primero, sin decir nada, movería la cabeza en negativa y se devolvería a la barra de la palapa para pedirse otra margarita que sorbería mientras lamenta la escena. La sexta parada, la última, se basa en esta misma idea: deshacer un acontecimiento. Pensemos en la tortura como política de Estado o en Hitler bebé a nuestro alcance: ¿torturarían a alguien si de eso dependiera salvar a cientos de personas amenazadas por una bomba? ¿Asesinarían al Hitler bebé si lo tuvieran entre sus brazos como su canguro de ocasión? Responder que sí o que no depende si la posibilidad y los hechos se vuelven “aceptables públicamente” a partir del “lenguaje público”. El acontecimiento es trascendente, por eso se sabe, por eso se conoce, por eso sale en la TV y en el Facebook, pero si se habla de él, si se le nombra, entonces pierde el estado acontecimental, lo acaban deshaciendo.

Pues bueno. Hasta aquí llego porque hasta aquí me alcanza. Así más o menos está estructurado Acontecimiento del turbo-filósofo, el rockstar de la cultura popular, el imprescindible en las barras de Puerto Progreso a más de 40ºC con una cerveza escarchada de su propio hielo.  

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