viernes, 23 de noviembre de 2018

"Sociofobia". Un libro de César Rendueles


Lo viejo no es frágil, más bien robusto, dice César Rendueles. Y lleva razón en su idea, sobre todo cuando en Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital pone sobre la mesa los alcances del pensamiento de Walter Benjamín, Karl Marx y Karl Polanyi. Desde ya queda claro que trabaja desde el campo de la teoría política de izquierdas —sí, en plural, que hay varias—, y con sus estudios ha ido conformando una caja de herramienta marxista para pensar, primero, el capitalismo, y no se espera mucho en la elaboración de un pensamiento crítico y comenzar a cavar la trinchera teórica anticapitalista. Es filósofo y dicta clases en la facultad de ciencias políticas y sociales de la Universidad Complutense de Madrid.

Sociofobia es el miedo de las élites políticas y financieras de que la democracia sea ejercida de otros modos y por otros que no sean ellos: por ejemplo, los movimientos sociales que logran ser acción política. Y este temor inició tras los primeros efectos de la era digital, donde gente sin nombre y sin rostro suponía una convivencia ilusoria, pero con grandes repercusiones culturales y políticas. Después se convirtió en una suerte de ciberfetichismo, donde se generaron expectativas para ambos bandos que fallaron rotundamente, perdiendo el objetivo primario. En la modernidad —incluso en la llamada posmodernidad, señala con precaución César Rendueles— aquel primer efecto se ha convertido en un ciberutopismo como forma de autoengaño, desde donde se cree que se puede hacer la revolución abriendo una ventana de Google o con una convocatoria en Facebook. Es que no salimos a las calles gracias a las redes sociales —señala el autor—, las redes cobran sentido político una vez que ya estamos afuera ocupando las plazas y las avenidas. 

Si partimos de la idea de que el capitalismo del siglo xxi es, además de voraz, destructiva, es consecuente que el diagnóstico sea que las relaciones humanas se hayan visto disminuidas cualitativamente en las últimas décadas. La salida que ofrece Sociofobia radica en el reconocimiento del desvanecimiento de lo sólido y el fortalecimiento de los espejismos digitales: el altruismo en red, el cuidado del otro, la angustia de una soledad virtual y otra de tipo material. En fin, habría que reformular la idea del cuidado del otro, de la colaboración: la batalla está en el sentido que se construya en la dualidad egoísmo-altruismo. 

En alguna ocasión le preguntaron a César Rendueles qué opinaba de los economistas que hasta hoy han dado sus recomendaciones de cómo debería funcionar las relaciones de intercambio en las sociedades, él, que siempre lo ha caracterizado la mesura y la ecuanimidad, dijo a botepronto “deberían pedirnos perdón por todo el desastre que han provocado”. Cuando lo escuché, yo ya tenía treinta y cinco años intentando romperla, una carrera universitaria y un master con honores, sin embargo, me encontraba esperando turno en la fila de desempleados para cobrar el seguro. “Sí” pensé, “perdón nos tienen que pedir y no estoy muy seguro de otorgárselos”. La rabia era evidente en mí y quizá en muchos de mi generación, que casados y con hijos, no podían llegar a fin de mes porque la renta se llevaba todo el ingreso. 

Quizá Sociofóbia sea un texto teórico que ofrece pautas para indignarnos, para estar rabiosos, pero también para que paremos bolas y encontremos una oportunidad en el mundo digital y la convirtamos en una potente posibilidad política. Sólo hay que señalar que no es el camino para emanciparnos, pero sin duda es la ruta para dar la noticia de que ya hemos comenzado.  

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