miércoles, 14 de noviembre de 2018

"La política y las calles". Un libro de Eduardo Bautista


Casi una década después, Eduardo Bautista vuelve a reflexionar el acontecimiento Oaxaca 2006. Fichado por MAPorrúa y con un prólogo de Sergio Tamayo, ha colocado en las librerías del país La política y las calles. Resistencias y continuidades en Oaxaca

Al autor lo conocí en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (IISUABJO), él hacía de director del Instituto, ahora es, ni más ni menos, que el rector de la UABJO. Luego lo vi defender los logros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) no reconocidos por los intelectuales de derecha en el congreso internacional organizado por el Consejo Mexicano de Investigación Educativa A. C. (COMIE) en el estado de Chihuahua ante un público nutrido, donde no pocos trataron de cuestionar su guiño al movimiento que desestabilizó al país y colgó a Oaxaca en la estantería mundial. El doctor Eduardo salió ileso de aquel conversatorio donde compartió escenario con quien escribió el prólogo y el latinoamericanista Massimo Modonessi.

Es doctor es Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma de Metropolitana (UAM) y es integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Entre sus libros más destacados están Los nudos del régimen autoritario. Ajustes y continuidades de la dominación en dos ciudades de Oaxaca (MAPorrúa, 2010) y Oaxaca y la reconfiguración política nacional (IISUABJO, 2014) donde fue coordinador.  La cuestión política de Oaxaca es su tema, y no es que el profesor Bautista se repita en cada obra, lo que pasa es que insiste mucho en el punto, lo que es de agradecer en quien se jacte de ser investigador en México. Y en esta insistencia afina su puntería y alcanza reflexiones que después se convierten en municiones teóricas para otros investigadores que quieran entender la cuestión Oaxaca 2006.

Su pluma, gentil en cada párrafo, conserva las formas de un reporte serio de investigación, pero también su prosa conecta con el lector no especializado, en parte porque Eduardo Bautista no se detiene en el desglose de conceptos y categorías teóricas —en más de una ocasión sí que es menester—, lo que sucede en sus capítulos es un entramado entre concepto que nombra y recorre las orillas y el centro del objeto de estudio para derivar en conclusiones que jamás presumen de concluyentes. 

En cuatro capítulos el autor de La política y las calles reflexiona y discute las movilizaciones de protesta en Oaxaca en el 2006 y sus repercusiones posteriores a nivel estatal y nacional; de esta manera su campo de indagación está en el presente armonizado con aquellos ajustes políticos que trajo el nacimiento de la APPO como asamblea y movimiento social. En Crisis y resistencia, el capítulo de obertura, sostiene la tesis de que la resistencia no es más que una forma de responder a las crisis políticas; en el segundo capítulo conviene con sus lectores en que de pronto esas crisis se pueden convertir en la forma normal de hacer política (La normalización de la crisis política), al pie viaja una pregunta que por momentos parece retórica: ¿qué y cómo se lleva a cabo la “normalización” de una crisis política? Los límites de la alternancia gubernamental se llama el capítulo tercero y aquí el autor externa una preocupación, sin duda genuina: si las elecciones del 4 de julio de 2010 en Oaxaca para el cambio de gobernador implicaron un voto de castigo al Partido Revolucionario Institucional (PRI), ¿cuáles son los alcances verdaderos y positivos para un cambio político posterior en el estado? El capítulo cuarto encierra todo el libro: La política y las calles. El profesor Eduardo Bautista no dice qué es la política para él, ni quién es su teórico político que pudiera auxiliarlo en la empresa, pero en cambio sí tiene una propuesta pragmática cuando señala que la política que está en las calles tiene forma de marchas, de resistencia, de manifestaciones culturales, de proyectos alternativos en papel, en tierra y dentro de los salones de clases en la educación básica de Oaxaca. Sólo así se rompe el “pacto de dominio que aseguró la relativa estabilidad del sistema político mexicano a partir de relaciones de carácter corporativo” escribe. 

Eduardo Bautista persigue las continuidades de las resistencias mostradas en la cuestión Oaxaca 2006. Dispara con una analogía por demás oportuna, dice que la liga, después de haberla tensado tanto, ya no volvió a retomar su forma original. Pero tampoco se reventó, esto ya lo hace interesante, porque ahora la política en Oaxaca debe generar nuevas operaciones y conceptualizaciones para un terreno más amplio, para la inclusión de nuevos territorios ideológicos que la liga alcanzó después de la tensión.  

La APPO, teniendo como músculo político al movimiento magisterial de la Sección XXII del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), al no lograr el objetivo primario (la renuncia de Ulises Ruiz Ortiz tras el desalojo de los mentores) decidieron virar sus demandas hacia la construcción de nuevas democracias, lo que orilló a los gobiernos estatales plantear otras formas de negociación. Es decir, sin abandonar las calles y negociando en salas de juntas —sin lograr grandes acuerdos, hay que decirlo— tuvieron aproximaciones cualitativas con el gobierno federal. Pero antes, Eduardo Bautista, clava el dedo en la herida abierta de la política regional —esa parte delgada de la liga que tanto se estiró—, y muestra con su análisis que las movilizaciones pacíficas no llevan a ningún lado, quizá por eso la resistencia tiene que ser contestataria, y en la cuestión Oaxaca 2006 se mantuvo —al menos hasta antes de su derrota— como una lucha política de alto contacto en las calles y de alto nivel ideológico en las reuniones de dos bandos rivales claramente definidos.  

Las crisis políticas son momentos de ajustes en las relaciones de poder, dice el autor de La política y las calles, y lo advierte porque justamente eso fue lo que sucedió —y al parecer hasta hoy continúa— en los gobiernos que siguieron en el estado sureño después de la cuestión Oaxaca 2006. Sí, el gobernador en turno sigue ejerciendo el poder, pero sus alcances se han visto disminuidos, o al menos fiscalizados por las redes sociales y los distintos colectivos que abrazan la vida cotidiana de Oaxaca en general, y en la capital del estado en particular. Eduardo Bautista es muy benevolente con el movimiento magisterial y con la Asamblea, pero aun así persigue la continuidad que han tenido y apunta con el dedo advirtiendo que la combatividad debe abandonar las grandes asambleas, en cambio debe buscar materializarse en nuevos procesos que construyan pedagogías para las sociedades oaxaqueñas.

Sin duda Oaxaca 2006 como cuestión teórica y social, ha dejado herederos y quién se inscriba en él tendrá que evidenciar con sus reflexiones que hay nuevas formas de hacer política, de hacer pedagogía, de hacer sociología, de construir cosmovisiones más incluyentes sin perder la totalidad. Quizá la crítica que se le puede hacer a La política y las calles tenga que ver con la ausencia de un análisis de la derrota y las continuidades de este proceso en los movimientos sociales. Pero, en fin, la palabra la tiene Eduardo Bautista. 

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