miércoles, 12 de septiembre de 2018

Cosas que pasan en otra parte. Reseña de "Los niños y la literatura infantil" de Liora Stavchansky


La historia de un niño que no quería crecer me cautivó cuando la escuché por primera vez. La versión donde Wendy era una traidora me hizo empacar e irme de viaje sin avisarle a nadie –como quien escapaba de casa porque había sido sorprendido en su irresponsabilidad de hombre moderno–. Peter Pan me ensañó que aquello sólo podía ser una trampa –eso de crecer, quiero decir–, un atrevimiento de la mamá de Wendy que ante lo irremediable del hecho se atrevía a desearlo: “¡Oh, por qué no te quedarías así para siempre!”. Entendí que uno al amor, siempre llega niño.
Después leí Peter Pan –es que primero me lo contaron– y cierta magia ya no estaba ahí. Entre Jame Barrie y mi padre prefería la versión de mi viejo. En su voz, el niño que no crecía volaba a gran velocidad que ni el más hábil halcón le daba alcance –en la versión oral había apaches, leones que hablaban, por ahí un hombre de paja y un cocodrilo que daba la hora a destiempo–. Yo era ese niño y no quería dejar de serlo jamás. Y aunque he fracasado en ese intento, hay veces –pocas veces, hay que reconocerlo– en los que miento y digo que tengo cinco años. Nadie me cree, y no por evidente, sino porque allá afuera hay un ejército de Wendys haciendo de las suyas con mi viejo mundo infantil. 
En estas cosas estuve pensando mientras leía Los niños y la literatura infantil (Letra Viva, 2014, Argentina) de Liora Stavchansky, una psicoanalista que reparte su trabajo entre la clínica, la docencia y las conferencias entorno a la literatura infantil y la infancia como problema de conocimiento. El libro llegó a mis manos gracias a mi coordinadora en la universidad, entonces yo estaba a cargo del seminario de psicoanálisis y literatura, con un fuerte énfasis en el proceso creativo del autor y la doble hermenéutica ejercida por el lector –un lector infantil que leía cuentos o se los contaban–. Para agregar el texto de Liora al plan de trabajo ya era muy tarde, así que decidí leer su libro con fines de exploración personal, y aquí están los resultados.
El libro, a mi parecer, resulta corto para el problema que se planteó, lo cual parece obligar a la autora a un texto denso y barroco; y la pluma de Liora me resultó –por instantes y por eso mismo– ininteligible innecesariamente, al punto que necesitó en varios momentos revirar con ejemplos o replantear lo que se sospechaba turbulento. La tesis en Los niños y la literatura infantil, según lo juzgo yo, consiste en la incertidumbre de lo Otro –de lo que al otro (el personaje) le sucedió–. El problema a resolver –otra vez el juicio– era el abordaje de lo interminable, de la continuidad imaginada y los modos de asumirlo en ese mundo llamado infancia. ¿Qué hubiera pasado si Peter Pan olvidara a Wendy y no tuviera la necesidad de ir a buscarla de nuevo? Responderlo yo mismo, con los recursos de la historia leída o escuchada, me convirtió en un autor, en ese “creador divino”.
Liora hace una vuelta genial en Los niños…, en lugar de un psicoanálisis aplicado a los cuentos infantiles, decide centrarse en el niño y su mundo. Es decir, cavila sobre el cuento contado o leído (ese verbo que nombra) en su versión imaginada en el mundo infantil. Al final parece que Liora tiene al niño como objeto y la infancia como campo, y esos dos elementos en confrontación y acercamiento la ayudan a resolver, en parte, sus preguntas. Para eso tiene su método la autora, cuentos vitorianos que son más un pretexto que una aplicación, pues lejos de convertir conceptos psicoanalíticos lacanianos en puzles, ella busca una lectura diferente de los cuentos a la luz del psicoanálisis. Lo logra en cada página. 
Si Peter Pan no la olvida, yo sí que paso de ella y a otra cosa mariposa. Porque uno ignora y por eso mismo es que imagina. Se trata, según la psicoanalista, de un no saber que es más alternativa que un callejón sin salida, porque al otro lado del final del cuento también pasan cosas y pasan al ritmo del lenguaje de quien recuenta. Entonces el cuento cuestiona a su autor, el que escuchó o leyó deforma la estructura narrativa de lo contado y todo vuelve a la banda de Moebius.  
El mundo infantil –el campo del sujeto– es factor en la construcción de subjetividades, pero primero se convierte, según Liora, en “condición creativa” a través del lenguaje. Por aquí encuentra la autora salidas a sus planteamientos. Y de paso, sin escatimar en recursos intelectuales, Liora no oculta su crítica a Bruno Bettelheim, ofreciendo así una propuesta donde la subjetividad emergente de la infancia gracias a la experiencia del niño. 
Quiero aludir, por último –y no por eso completo mi visión del libro de Liora–, a otro elemento que Los niños… me ha aportado con su lectura: la memoria y el relato. “Quien relata, inventa” dice la autora y yo le creo. Pero me pregunto lo siguiente: ¿qué posibilidades hay de relatar la memoria sin caer en el mito? ¿Qué oportunidades tiene Peter Pan –el Peter Pan en mi cabeza y como hoy lo recuerdo– de convertirse en aquello que siempre buscó evitar? “Lo que se escribe está movilizado por el deseo” también dice Liora y eso me ayuda a responder: mi finitud, mi posible muerte, el olvido en el que a veces nos convertimos, es lo que me convierte en hombre y me permite, por fin, hacer las paces con Wendy y seguir colgado de los pies de Peter Pan mientras vuela hacia el País de Nunca Jamás.
En fin, Los niños y la literatura infantil de Liora Stavchansky –una reedición de un título agotado en México, dicho sea de paso– “es un territorio donde ocurren cosas”, como apuntó su prologuista, y entre las cosas que suceden y más se repiten es la vuelta al pasado donde uno fue niño. Se hace el viaje de regreso –la manera nadie la sabe, de pronto ya se está ahí– y como dicen en el sur de México: “uno recoge su vida a tajos y con ellos prepara un final feliz”.   

2 comentarios:

  1. Me dejó curiosidad saber por dónde va la crítica que hace la autora a Bruno Bettelheim... (de hecho quedó confusa la frase)
    Gracias por la aportación

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    1. Hola, Yvon, qué tal. Ya te digo, fíjate que ella señala que B. B. lo que hace es una tácita aplicación del psicoanálisis como aparato conceptual sobre los cuentos de hada. Ojo aquí, quien escribe y quien escucha (o lee el cuento) no hacen parte de su análisis, más bien el cuento. "Queda corto y es poco eficiente" dice Liora, y me parece que algo de razón sí lleva. Ella lo que dice es que al psicoanalistas interesado en los cuentos infantiles (de Hadas en el otro caso) debe partir del sujeto niño (la infancia como problema de conocimiento) y tratar de armar un nuevo discurso psicoanalítico (lacaniano de preferencia, según ella) que envuelta al que escucha y fantasea (a la vez que crea) con el autor; en medio de los dos esta el cuento propiamente dicho. Me parece interesante, no obstante, hay inflexiones que ella no logra mostrar en su libro, que también se queda corto dicho sea de paso.

      Te mando un abrazo y ya hablaremos.

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