jueves, 19 de noviembre de 2020

"Marx desde cero... para el mundo que viene" de Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero

La pregunta que ahora mismo me aqueja es la siguiente: ¿Cómo se hace uno marxista? Algunas certezas conservo al respecto: leyendo “El capital”, de principio a fin y comentarlo en corro y con cigarros con quienes han hecho lo mismo, si hay ahínco y cierta fruición, según me cuentan, los resultados suelen ser potentes y en varios sentidos prácticos; luego seguir leyendo, pero ahora a los comentaristas, es decir, navegar en el extenso mar de los marxismos, pillar al que mejor se explica o al que mejor entendemos, seguirlo línea por línea y volver al tocho de Karl Marx una y otra vez. Así, digo yo, o quizá se me ocurre, uno se hace marxista. He escuchado que hay otras formas, menos ortodoxas, y consiste en poner en práctica las ideas que algún sabio profesor de filosofía comenta en una asamblea y a los que le escuchan les hace mucho sentido, pero eso, sospecho, ya no es puro, más bien derivativo y quizá de marxista eso tiene muy poco. En fin, habría que ver, más bien, la clase de marxista que se quiere llegar a ser.

Hay dos profesores de filosofía a los que he seguido muy de cerca, marxista ambos, uno de ellos contiene materiales pesados en sus ideas, y el otro es un joven teórico que le corrigió alguna vez la plana a su profesor y éste puso sus ojos sobre él. Durante casi dos décadas se han dedicado a leer “El capital” y a escribir libros suficientemente extensos para no dejar nada en el tintero. Han decidido contarlo todo, no por presunción, sino porque dicen que es la única manera de saber de qué estamos hablando. Y en todas esas páginas hay una pregunta que han perseguido tratado de comprender su planteamiento para después responderla, la misma a la que Marx decidió ponerle atención: “qué cantidad de tiempo dedica la humanidad a reproducir sus bienes de subsistencia y cuánto dedica a ampliar la escala de reproducción del capital”. Ahí tienen, poca cosa al parecer, y si así fuera, lo complicado está en el método con el que se busca resolver el problema: la revisión minuciosa ―una y otra vez, una y otra vez― de la teoría del valor, incluso cuando en la primera parte de “El capital” ésta se planteó como una teoría que no le seguía en la lógica de los subsecuentes libros que componen la obra magna de Karl Marx. Leo y observo que en la hipótesis de Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero hay más bien una advertencia que exige un poco de prisa por la respuesta. Veamos.

La sociedad capitalista encuentra sus soluciones en los problemas de la gente. Dicho de otra forma, el capitalismo es irrefrenable ―ay, Benjamin―, no hay freno de manos que pare en seco el aumento constante de velocidad, por eso mismo es desastroso. Ni siquiera hay una forma de concebirlo un poco más lento. Y si esta es la condición actual de la supuesta posmodernidad ―los autores sospechan que seguimos en una suerte de premodernidad; claro que es en un nivel teórico en el que hablan―, entonces la debacle es lo que sigue y aquí Marx aparece sonriendo con la frase que todo idiota y necio ha escuchado: “bien que te lo advertimos, varón”. Entonces uno se hace ciertas preguntas; dos por lo menos: ¿tiene algún sentido seguir leyendo a Marx por estos tiempos? Los autores responden que lamentablemente sí, sobre todo porque sigue llevando razón en lo que dijo, incluso más que entonces. Pero hay otra pregunta: ¿tiene sentido hacerse marxista en estos tiempos? Respondo yo diciendo que, sin duda, en realidad urgen más marxistas que se sigan sorprendiendo cuando leen a Marx. ¿Cuál es el problema? Pues eso, que cuesta trabajo y por lo menos, sospecho, unos diez años.

Así es como aparece para mi estudio “Marx desde cero… para el mundo que viene” (Akal, 2019, 2da edición). Liria y Zahonero fueron profesor y alumno respectivamente, pero después se volvieron colegas y ahora se han convertido en unos animales intelectuales que fincan sus objetivos en la amistad. A mí esas cosas me dan mucha alegría, sobre todo porque los veo en YouTube cuando dan sus conferencias y sé que por lo que dicen son vapuleados, que por sus filias son las fobias de más de uno. Además, tienen muy claro la izquierda a la que pertenecen y eso a mí, que no soy más que un simple lector, me da confianza y me motiva a dedicarme todas las horas en tratar de seguirles la pisa que, dicho sea de paso, a veces me deja con la boca abierta porque descubro que después de leer más de doscientas páginas seguimos hablando de lo mismo, es decir, seguimos insistiendo en lo mismo porque es la manera más inteligente de hacer las cosas.
Voy a decir algo de lo que dudo haber comprendido adecuadamente: “la sociedad moderna es, por un lado, la sociedad capitalista” dicen los autores, pero también se trata de un proyecto político, de un lugar donde los ciudadanos juegan un papel importante, es decir, “de una sociedad construida a partir de la argumentación y la contrargumentación del poder legislativo”. Vamos, que en todo esto existe una relación de poder y en uno de los bandos están las élites políticas y en el otro los ciudadanos críticos y vigilantes. Si entiendo bien, la única manera de pensar así y esto es desde el proyecto de la Ilustración, donde derecho, propiedad y libertad son el triunvirato en el que se construyen y se rigen las relaciones sociales. Si es por plantear problemas teóricos, aquí tenemos uno y es suficientemente robusto. Entre el arqueo de filósofos que hay para entender la Ilustración, es Kant en el que confían Liria y Zahonero, y tiene mucho sentido, primero porque para calentarse el pecho y echárselo al adversario hay que ser adultos y actuar como tal, y por otro lado, la libertad como imperativo dependerá del ejercicio que hagamos de él porque precisamente ahí está la autoconfirmación de ser un ciudadano.
Cometo lo anterior con cierto recato porque desde las primeras páginas entendí que estos son los terrenos desde donde están pensando estos dos filósofos; con Kant se puede leer a Marx sin kantianizarlo, lo mismo que con Hegel y los demás de aquel período. Pero donde dejo el recato a un lado es cuando digo que el método es volver a la obra maestra, a “El capital” de Karl Marx, confrontarlo con otras ediciones y con otras lenguas. Es el objeto y el problema, Marx el marxismo y “El capital”. Y el elemento fundamental es la paciencia, o, mejor dicho, el paso del tiempo. Veamos: “Marx desde cero” es un resumen de “El orden de ‘El capital’” (Akal, 2010, 2da edición), un extenso estudio de la obra de Karl Marx en casi 700 páginas. Se trata de un libro que Liria y Zahonero trabajaron durante diez años, y entre un “está listo” y un “algo más le falta” esperaron a que el señor Akal les dijera “va el libro”. Cuento esto porque cuando “El orden de El capital” iba a ser traducido al alemán y al inglés se dijo que sería un despropósito hacerlo con 700 páginas, así que les tocó rescribir una especie de “manual de batalla” y ahora va por su segunda edición. Liria y Zahonero se vieron en la necesidad de agregar un apéndice ―a mí los apéndices siempre me han parecido una patada en los huevos; por eso mismo, porque son un apéndice y sirven para eso, para parar en seco un concierto en su tercer movimiento― porque les tocó aclarar aquí las críticas que más de un filósofo marxista hizo a “El orden de El capital” en su momento. Pero bueno, el fastidio de leer la última parte de “Marx desde cero” se alivia casi que de inmediato.

Vuelvo al mismo punto: ¿Cómo se hace uno marxista? Sí, leyendo “El capital” y discutiendo con amigos y los cretinos; sí, también revisando a los marxistas; no, a estas alturas no estoy para leer a los críticos a antimarxistas para ver si me hacen caer en la buena cuenta. La confirmación, creo yo, está en otra parte, en tratar de resolver preguntas que ya han sido planteadas en la historia de la filosofía, y también plantear nuevas preguntas y confiar que, como se ha dicho antes, lo viejo es más bien robusto. Dicen que hoy es el día de la filosofía, y que buena suerte que haya un día para la filosofía. Vaya, no queda claro qué es lo que hay que celebrar, si las armas críticas con las que el pensamiento filosófico ha provocado el deseo de libertad de los hombres y las mujeres de todo el mundo, o bien, ojo aquí, la filosofía como piedra afiladora de guillotinas. Sin duda es lo primero, pero seguramente también tocará reparar unos monumento en lo segundo, tratar de entender cómo llegamos a momentos como aquellos.

Dicho esto, creo que tengo claro un par de cosas: la filosofía que voy a celebrar hoy va a ser aquella que me comunicaron pedagógicamente mis profesores rojos del bachillerato; y después hubo otra filosofía en la universidad, también la voy a celebrar, y en ella Marx siempre asomaba el rostro para recordarnos que volver a los clásicos era una buena idea además de necesario.

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