El CONACULTA y la Universidad Veracruzana han emprendido
un gran proyecto: “Sergio Pitol Traductor”. Se trata de obras de la literatura
universal traducidas por el escritor mexicano Sergio Pitol Deméneghi,
quien nació en 1933 y fallecido en 2018 a los 85 años. El políglota mexicano
por excelencia. En esta colección he leído “El castillo de los Cárpatos” de
Julio Verne y ahora La vuelta de tuerca (Conaculta y Universidad
Veracruzana, 2011) de Henry James (Nueva York, 1843; se hizo inglés en
1915).
Pues bueno, para Sergio Pitol, esta obra muy celebrada durante el siglo
XIX y durante el tiempo que le siguió a éste, se llama “La vuelta de tuerca” y
no “La otra vuelta de tuerca”, lo cual, digo yo, carece de importancia en tanto
que confío que la historia más o menos cuenta lo mismo aquí que en otras
traducciones igual de importantes que la edición que aquí comparto. Pero además
puedo decir que nunca hubo “otra” vuelta, otro giro, siempre fue “la vuelta”
única. ¿Qué significa esto? Que a lo ya visto hasta este momento se le imprime
un cambio de ritmo o perspectiva y lo que se larga es lo nuevo. Dicho así, la
vuelta de tuerca es un elemento novedoso que la literatura ocupa siempre que
quiere mantener la atención del lector. Pero vamos, que la vida, muchachos,
está llena de vueltas de tuerca.
El libro está ambientado en el siglo XIX y cuenta la historia de Flora y
Miles, dos huérfanos que quedaron al amparo de su millonario tío que los puso
al cuidado de una institutriz. Ésta no era la primera en aceptar el empleo de
instructora de los chicos, así que su llegada a Bly, una casa “grande”, también
“vieja” y un poco “fea” fue más bien poco emocionante. No obstante, por esta
misma época comienzan a presentarse los fantasmas de los extrabajadores de la
casa, que, a decir de la nueva institutriz, de la que nunca se dice su nombre,
tenían por objetivo llevarse a “sus niños” con ellos a alguna parte. La
historia es inquietante, porque la primera persona va mostrando al lector sus
miedos, sus angustias, pero igual plantea sus hipótesis y las estrategias para
poder salir avante del problema.
Los que saben de literatura y esas cosas exquisitas, dicen que la nueva
empleada estaba tan enamorada del tío que inventó lo de las historias para que
éste pudiera llegar a la casa y coincidir con ella, o bien que ella fuera a
visitarlo en alguna parte donde él estuviera. Sucede que la única condición que
el tío le puso para obtener el nuevo empleo fue: no molestarlo y, debo decirlo,
que fuera bella. ¿Quién era ese hombre inquietante? Al parecer la cuidadora
quería responder a esa pregunta. Otros más, igual de sabios de facultad de
letras, han dicho que la instructora estaba “loca” y en realidad los fantasmas
eran alucinaciones que solo ella podía ver. Los chicos y una empleada más con
la que logró hacer complicidad, simplemente le siguieron la corriente.
Sea como fuere, esta es una de las historias de fantasmas más leídas en
el siglo XIX. No causa miedo, pero vaya que hubo momentos en los que despertó
en mí sensaciones como de excitación (sexual), curiosidad y un par de sorpresas
que me hizo decir “uy, no, mejor dicho, que buena vuelta de tuerca”. La
traducción permite una lectura muy rápida, además de comprensible. De Henry
James se dice que nadie como él para el punto de vista y la psicología en sus
historias. Es decir, sus novelas están impregnadas de la pasión humana
camuflada, encriptada, pero que tarde o temprano emergen y le dan sentido (una
vuelta de tuerca) a la historia en su conjunto.
Ahora bien, podría dar mi opinión respecto a la novela y decir que no me
pareció extraordinaria. Pero algo sí me ha agradado mucho: las apariciones,
psicológicamente no existen, existen son las alucinaciones, lo otro son parte
de la imaginación. Pero también es cierto que como tema cultural y social, las
apariciones, de lo que sea o quien sea, acomoda mucho de las narrativas en
torno a nuestros miedos y temores en las relaciones sociales. Los fantasmas no
existen, según yo, pero la creencia en ellos, en sus visitas, son más reales
que nada, son de materialidad simbólica.
Dicen que cuando recién se publicó (lo que incluso costó un poco de
trabajo) ni siquiera fue muy mal recibida, más bien la crítica se portó
indiferente ante la novedad, no obstante, con el paso de los años, es más,
entrado al siglo XX fue que alcanzó las repercusiones que ahora conocemos.
Luego hubo una temporada en que nuevamente desapareció de los cristales, sin
embargo, ya era un clásico consagrado. Dicen, y de esto casi estoy seguro, que
fueron los youtuberos los que, en los últimos diez años, los que se han
encargado de reposicionarlo en las ventas de temporada en las librerías y en
línea. Sea como fuere, ya lo digo, Henry James, a la distancia desde donde
estoy, parece una garantía de buena lectura. No solo fue una excelente novelista,
sino que fue uno de los críticos literarios más agudos de su época, lo que no
dejó de acarrearle más de un enemigo poderoso del medio.
Si tienen tiempo, léanlo; en esta colección no cuesta más de cincuenta pesos. Sergio Pitol como traductor, me han dicho, logra capturar la “esencia” (quién sabe qué sea eso) de lo que James intentó comunicar en esta novela.
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