jueves, 12 de noviembre de 2020

"La vuelta de tuerca" de Henry James



El CONACULTA y la Universidad Veracruzana han emprendido un gran proyecto: “Sergio Pitol Traductor”. Se trata de obras de la literatura universal traducidas por el escritor mexicano Sergio Pitol Deméneghi, quien nació en 1933 y fallecido en 2018 a los 85 años. El políglota mexicano por excelencia. En esta colección he leído “El castillo de los Cárpatos” de Julio Verne y ahora La vuelta de tuerca (Conaculta y Universidad Veracruzana, 2011) de Henry James (Nueva York, 1843; se hizo inglés en 1915).

Pues bueno, para Sergio Pitol, esta obra muy celebrada durante el siglo XIX y durante el tiempo que le siguió a éste, se llama “La vuelta de tuerca” y no “La otra vuelta de tuerca”, lo cual, digo yo, carece de importancia en tanto que confío que la historia más o menos cuenta lo mismo aquí que en otras traducciones igual de importantes que la edición que aquí comparto. Pero además puedo decir que nunca hubo “otra” vuelta, otro giro, siempre fue “la vuelta” única. ¿Qué significa esto? Que a lo ya visto hasta este momento se le imprime un cambio de ritmo o perspectiva y lo que se larga es lo nuevo. Dicho así, la vuelta de tuerca es un elemento novedoso que la literatura ocupa siempre que quiere mantener la atención del lector. Pero vamos, que la vida, muchachos, está llena de vueltas de tuerca.

 

El libro está ambientado en el siglo XIX y cuenta la historia de Flora y Miles, dos huérfanos que quedaron al amparo de su millonario tío que los puso al cuidado de una institutriz. Ésta no era la primera en aceptar el empleo de instructora de los chicos, así que su llegada a Bly, una casa “grande”, también “vieja” y un poco “fea” fue más bien poco emocionante. No obstante, por esta misma época comienzan a presentarse los fantasmas de los extrabajadores de la casa, que, a decir de la nueva institutriz, de la que nunca se dice su nombre, tenían por objetivo llevarse a “sus niños” con ellos a alguna parte. La historia es inquietante, porque la primera persona va mostrando al lector sus miedos, sus angustias, pero igual plantea sus hipótesis y las estrategias para poder salir avante del problema.

 

Los que saben de literatura y esas cosas exquisitas, dicen que la nueva empleada estaba tan enamorada del tío que inventó lo de las historias para que éste pudiera llegar a la casa y coincidir con ella, o bien que ella fuera a visitarlo en alguna parte donde él estuviera. Sucede que la única condición que el tío le puso para obtener el nuevo empleo fue: no molestarlo y, debo decirlo, que fuera bella. ¿Quién era ese hombre inquietante? Al parecer la cuidadora quería responder a esa pregunta. Otros más, igual de sabios de facultad de letras, han dicho que la instructora estaba “loca” y en realidad los fantasmas eran alucinaciones que solo ella podía ver. Los chicos y una empleada más con la que logró hacer complicidad, simplemente le siguieron la corriente.

 

Sea como fuere, esta es una de las historias de fantasmas más leídas en el siglo XIX. No causa miedo, pero vaya que hubo momentos en los que despertó en mí sensaciones como de excitación (sexual), curiosidad y un par de sorpresas que me hizo decir “uy, no, mejor dicho, que buena vuelta de tuerca”. La traducción permite una lectura muy rápida, además de comprensible. De Henry James se dice que nadie como él para el punto de vista y la psicología en sus historias. Es decir, sus novelas están impregnadas de la pasión humana camuflada, encriptada, pero que tarde o temprano emergen y le dan sentido (una vuelta de tuerca) a la historia en su conjunto.

 

Ahora bien, podría dar mi opinión respecto a la novela y decir que no me pareció extraordinaria. Pero algo sí me ha agradado mucho: las apariciones, psicológicamente no existen, existen son las alucinaciones, lo otro son parte de la imaginación. Pero también es cierto que como tema cultural y social, las apariciones, de lo que sea o quien sea, acomoda mucho de las narrativas en torno a nuestros miedos y temores en las relaciones sociales. Los fantasmas no existen, según yo, pero la creencia en ellos, en sus visitas, son más reales que nada, son de materialidad simbólica.

 

Dicen que cuando recién se publicó (lo que incluso costó un poco de trabajo) ni siquiera fue muy mal recibida, más bien la crítica se portó indiferente ante la novedad, no obstante, con el paso de los años, es más, entrado al siglo XX fue que alcanzó las repercusiones que ahora conocemos. Luego hubo una temporada en que nuevamente desapareció de los cristales, sin embargo, ya era un clásico consagrado. Dicen, y de esto casi estoy seguro, que fueron los youtuberos los que, en los últimos diez años, los que se han encargado de reposicionarlo en las ventas de temporada en las librerías y en línea. Sea como fuere, ya lo digo, Henry James, a la distancia desde donde estoy, parece una garantía de buena lectura. No solo fue una excelente novelista, sino que fue uno de los críticos literarios más agudos de su época, lo que no dejó de acarrearle más de un enemigo poderoso del medio.

 

Si tienen tiempo, léanlo; en esta colección no cuesta más de cincuenta pesos. Sergio Pitol como traductor, me han dicho, logra capturar la “esencia” (quién sabe qué sea eso) de lo que James intentó comunicar en esta novela.

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