miércoles, 2 de diciembre de 2020

El inconsciente, la técnica y el discurso capitalista" de Néstor A. Braunstein

Las fórmulas y las pistas para leer un buen libro están en la introducción; casi siempre. La técnica, al menos la que yo utilizo, consiste en pasar de la frase posmoderna de “leer entre líneas” y abocarse en lo sustancial del texto (lo estrictamente escrito, eso quiero decir). Los resultados casi siempre son favorables, de tal manera que en más de una ocasión he caído en la cuenta de que el principio de la obra no tiene nada que ver con el final y su argumentario, o que las conclusiones no se derivan por más que hago el esfuerzo de volver y recorrer nuevamente el largo del texto. Por otro lado, esta misma estrategia ha logrado que pueda descifrar intenciones aparentemente encriptadas por el autor. Sea como fuere, los libros que actualmente estoy estudiando se han ido convirtiendo en un reto cada vez más complicado, sobre todo porque mis lecturas se han tornado pragmáticas, lo que viene a decir algo así como “necesito encontrar esto o lo otro o bien el ejercicio no habrá valido la pena”.

Por ejemplo, este libro del señor Néstor A. Braunstein (Argentina, 1941): “El inconsciente, la técnica y el discurso capitalista” (Siglo XXI, 2012). De principio queda claro que versará entorno a tres tópicos que tendrá un hilo conductor, la tarea del lector, entonces, es tratar de dar con él en el entramado de la obra, afortunadamente desde las primeras ideas queda claro cuál será: el único discurso capaz de descifrar el escenario postindustrial o postcapitalista que estamos viviendo, es decir, el “discurso del psicoanalista” y este será lacaniano o no será. Lacan, dicho sea de paso, es un autor al que se llega conforme se avanza en la lectura del libro, vamos, que de principio no es sustancial solo referencial. Así es como uno encuentra, por lo menos, a tres grupos de autores con los que Braunstein piensa el discurso del capitalista, a saber, un primer grupo conformado por Heidegger (técnica), Foucault (dispositivos), Deleuze (control) y Agamben (dispositivo post foucaultiano). Como se puede observar, Nestor Braunstein discute el núcleo del dispositivo o lo que él asumirá como “servomecanismos” y su relación con la técnica. Le sigue un segundo grupo de ideas desarrolladas con Althusser y Stiegler, donde el problema está centrado en la relación que guarda la tecnología con la informática. Y claro, lo que yo considero que es la tercera fase del argumento del libro: Marx, Freud y, por su puesto, Lacan.

Lo que sucede en esta tercera fase en el libro del argentino-mexicano hoy radicado en Barcelona es la argumentación de los tres discursos: el del esclavista, el del capitalista y el de los mercados. Marx ayuda, Freud apuntala, pero es Lacan el que establece otras dos fórmulas discursivas: el discurso capitalista y el discurso del saber (si hubiera un sexto sería el de la universidad, que no es cualquier conocimiento, más bien el racional). Es esta una de las conclusiones a las que el autor quiere llevar a su lector, o eso pienso yo, y lo hace a partir de un Lacan ininteligible, el de los seminarios a capela, el de las improvisaciones con un tono de burla que sus asistentes descifraban en códigos académicos. Veamos: el discurso del amo sobre el esclavo, produciendo un discurso del soberano; es decir, el capitalista produce al proletario que consume, al sujeto que habitaba las sociedades disciplinarias, pasando de la disciplina a las sociedades de control y alcanzando así las sociedades de mercado, donde los sueños y los deseos hacen parte de las mercancías. En fin, es el “discurso de los mercados” lo que prevalece y domeña las pasiones humanas.

Pero hace falta tratar el tema de los “servomecanismos” propuesto por Braunstein como analogía de análisis en este libro. ¿Qué hace un servomecanismo? Básicamente es una operación que corrige automáticamente la variabilidad presentada en un mecanismo hidráulico para que retome su equilibrio o el valor óptimo para su funcionamiento. Dicho de otra manera, que lo haga la máquina sin la necesidad de que el hombre intervenga. Pues bien, Braunstein piensa con Heidegger en este asunto y navega en las profundidades de la técnica como formulación de la condición humana (el hombre que trabaja). Se trata, dice el filósofo alemán, de la esencia de la técnica moderna, o sea, el dispositivo no es un artefacto, es una condición humana inherente en la técnica moderna como situación de vida. “¿A qué tiende la técnica?” se pregunta Braunstein, pues a la producción, se responde él mismo, al descubrimiento y la revelación de lo “real-imperceptible”. Y así es como llegamos al meollo del asunto (que en la obra de nuestro autor está en el principio), donde Nietzsche, Marx, Freud y Lacan tiene que a aparecer, no para poner en duda la realidad, sino para partir de lo imperceptible (que no lo irracional o inconsciente). Los servomecanismos, siguiendo el primer grupo de ideas, son análogos a los dispositivos. Y bueno, por si faltara decirlo, los “hombres no son lo que utilizan el dispositivo sino los que son puestos a actuar en y por él”, así están las cosas.

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