sábado, 29 de agosto de 2020

"Experiencias desnudas" del filósofo Armando Bartra


 Armando Bartra (Barcelona, 1941) es filósofo y ha escrito muchos libros; casi treinta. Vive en México y es profesor en la UAM-X. Lo he visto en vivo y por YouTube. En los pasillos del departamento de sociales de la universidad he coincidido con su andar apresurado, como quien apura el paso porque sabe que llega tarde y lo esperan; es muy alto. Nunca lo he saludado, quiero decir que nunca le he dado la mano; en alguna ocasión cruzó algunas palabras con mi director de tesis y yo estaba ahí, al pie de ellos, viendo cómo la vida pasaba frenéticamente ante mí. Armando Bartra no sabe quién soy yo, nunca he sido su alumno, pero he escuchado sus conferencias y sus clases: hace de académico, de intelectual y de activista, es decir, enseña, construye discursos y sale a marchar. Es marxistas. Es de izquierdas.

Después de muchos días intensos de trabajo he llegado al final de Experiencias desnudas. El lugar del acontecimiento en la historia (UAM, 2018). Tengo que decir que ha resultado una lectura amena, pero no por eso menos profunda. Es un recorrido de largo aliento: más de 500 páginas divididas en seis movimientos, una obertura y una coda. Se trata de una obra que abona a las ciencias sociales para comprender la vida contemporánea, escrito con ritmo, estilo y buena onda. Armando Bartra, desde las primeras páginas, advierte que su intención en este trabajo es ir de la teoría a la praxis ―aunque sea narrada―, de Kairós a Kronos, de la experiencia desnuda a la política pura ―aunque sea con ejemplos―. El objetivo es uno: mostrarles a los jóvenes que las derrotas también hacen historia.

Pero yo veo tres libros en estas páginas, o tres instantes antes que movimientos. Hay una búsqueda del concepto, pero el profesor Bartra no quiere que sea pretérito lo que encuentre, por eso se decide por la genealogía, porque lo que emerja tiene que ser en forma de génesis en el tiempo lógico antes que en el cronológico. También veo un revisionismo del horizonte acontecimentistas, no para actualizarlo, en su lugar para apuntalarlo a lo que el profesor tiene en la mira: la vida contemporánea. Abre las ventanas y se asoma para ver pasar a filósofos y a psicólogos, a sociólogos y a antropólogos; incluso, no descarta a los analíticos, pero a ratos los soslaya. El tercer instante que yo veo es ―y me disculpo desde ya― una apología a los movimientos sociales como dimensión empírica o práctica del horizonte revisitado ―¿cuáles movimientos sociales, profesor, son los que han vindicado el movimiento obrero? Ya le digo: ninguno. Pero quién soy yo―.

El libro nació, dice Bartra ―o tuvo necesidad de nacer― tras un intercambio con los líderes del movimiento #YoSoy132. “Valimos madre” recuerda el profesor que dijo alguien, “lo que buscamos con el movimiento no se logró” agregó y él, presenciando lo que parecía una contradicción, atajó con un “no estoy de acuerdo contigo”, y lo que siguió fue mostrar que la historia, si bien hasta ahora la han contado los vencedores, no es por falta de talento de los vencidos, sino porque éstos durante mucho tiempo tenían que salvar antes la vida que la verdad que se tenía que contar. Lo que se disputa, visto así, es la verdad de lo narrado. Y porque para narrar la historia hay que acudir a la ficción, el profesor Bartra tiene que echarse un clavado en la literatura, pero en aquella que se acerca con la ficción a la realidad, o que usa la ficción para contar lo que pasó porque lo vieron o porque lo leyeron en alguna parte. Esto, quizá, justifica su llamado constante a un animal literario, igual que él, el argentino Ricardo Piglia.




Yo también le pregunté en alguna ocasión al líder del movimiento #YoSoy132 dónde estaban las certezas de que el movimiento continuaba como práctica. Entonces estaba haciendo periodismo, por eso le lancé “¿qué posibilidades reales vez en el movimiento #YoSoy132, que si está con vida solo es en Facebook y en pequeños colectivos de colonia, de ofrecer músculo político en los eventuales acontecimientos disidentes en México?”. Fue en la presentación del libro de un profesor que era experto en este movimiento, por eso invitó al líder a que hiciera alguna reflexión al respecto. El profesor me llamó ingenuo, “con mucho cariño y afecto” porque de él sí era alumno, y me sugirió que cuidara mejor las páginas de Facebook que visitaba. Pensé que me iba a dar otras alternativas de localización del movimiento, pero en cambio me dijo que había muros de Facebook del #YoSoy132 con sede en Cuernavaca y ahí mostraban, con fotos supongo, que estaba haciendo trabajo colectivo comunitario. Claro, estuve de acuerdo con él, colectivo y comunitario. “Pero eso no es disidencia, mucho menos contestatario” dije y caí en la cuenta de que ya no tenía el micrófono, mucho menos la palabra para seguir preguntando. Lo que estoy tratando de plantear es que el #YoSoy132 ―y quizá aquí le esté jugando sucio al profesor Bartra― es narración y ahí hay que buscarlo, en algo que pasó y se sostuvo porque se contó, y los que vengan de atrás podrán leerlo, y no por eso repetir un movimiento de ese calibre, porque, como dice Slavoj Žižek, recuperado por Bartra, un acontecimiento es algo que ha trascendido a sus causas.

Pero una cosa es que el libro fuera motivado por un movimiento juvenil en una universidad privada en Ciudad de México; otra, muy distinta, es que sirva al pináculo reflexivo del trabajo intelectual del profesor Bartra en "Experiencias desnudas". Si hay una derrota ―una experiencia desnuda; un acontecimiento― que le ha dado historia a la vida fue la Comuna de París, dice el profesor Bartra, que duró apenas un par de meses en unas pocas cuadras de una sola ciudad, pero cambió el rumbo de la historia narrada. Es decir, cambió del presente hacia atrás. El autor hace una revisión hemerográfica y por eso mismo se monta en el caballo de Kronos, pero lo hace desde Kairós; luego acude a los grandes narradores como MarxBakuninVictor Hugo o Rimbaud para contarnos su experiencia de leerlos; al final, y que no podía faltar, viene y dice “ahora voy yo”. Es el último movimiento del profesor, donde la política pura es lo que cualquier revolucionario busca para demostrar que lo que piensa tiene sentido, que tiene futuro y que es en el presente donde puede dar cuenta de ello, claro, gracias a la narración que siempre viene de atrás… de muy atrás, a veces.

Quiero decir una cosa más sobre este libro. Más bien, sobre el señor que escribió este libro. No cabe duda, como nos enseñó García Márquez, que, para contarla, primero hay que vivirla, pero eso sí, recordarla no es más sencillo. Porque hay que organizar, hay que sistematizar, hay que criticar y después lanzar la pluma durante largos meses. Escribir es aprender a borrar, dijo un cantautor mexicano, y creo que en "Experiencias desnudas" se nota, porque el ritmo nos dice por dónde viene la idea y por dónde quiere seguir. Lo que parece tan sencillo es algo que primero fue confuso y el escritor, Armando Bartra, se dio a la tarea de reducir a lo lúdico, si se quiere. Para escribirla, primero hay que leerla. Y con el profesor Bartra se nota. Porque su libro ―este libro al menos― es un recorrido por la filosofía clásica, la moderna y hasta la posmoderna ―creo que hay que hablar detenidamente sobre el posestructuralismo del profesor Bartra―. También es un recorrido por la filosofía analítica que a ratos se olvida, pero cuando se retoma tiene la potencia del recurso. El profesor Bartra es un animal lector que no tiene empacho en utilizar a Karl Popper para sentar un argumento y Terry Eagleton cuatro párrafos más tarde para proyectarlo o refutarlo. En fin, un señor que lee y escribe; eso es Armando Bartra. Y como dijo el maestro Carlos Fuentes, y recordado a ratos por el autor, "hay que leerlo todo, y pronto".

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