lunes, 24 de septiembre de 2018

Sobre "Libertad”, un libro de Zygmunt Bauman


De pronto reconocimos –los menos fuimos los que lo notamos, hay que decirlo– que lo político tenía que ver con nuestra alcoba de pensión y su cama donde pasamos las peores y las mejores horas de nuestra vida, acompañados o en medio de una turbosoledad que nos partía la madre. Abandonábamos las oficinas de barrio caro en hora en punto, no porque el trabajo hubiera concluido, sino porque uno se llevaba a casa los pendientes y ahí completaba el resto de su sentencia frente a su computador. La ciudad ya se nos había colado por todos lados, esa cosa moderna que marcaba el paso de lo cotidiano, de los perfiles que resultaban imprescindibles para seguir en el juego. La modernidad prometió más de lo que podía cumplir y entonces bastó una zancadilla para tumbarla y mostrarle al mundo que lo estático se había ido al carajo.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Psicopolítica de la sospecha. Una reseña de “Algo va mal”, de Tony Judt.

Afonso Brevedades
Hubo un tiempo en que los jóvenes aceptaron el consenso económico y político. Sucedió en la posguerra. Quizá porque no les quedaba de otra, quizá porque la Ilustración les enseñó que cierto racionalismo abonaba a la recuperación y al desarrollo. Por lo que fuera, pero nunca porque les pareciera lo mejor para su generación. Años sesenta y el postestructuralismo la estaba rompiendo en Occidente: bajo el brazo estaba Freud, el medio ambiente se quemaba y el sexo dejó el tálamo y comenzó a pedir tequila doble en bares de Europa, China y América. Esos jóvenes se hicieron adultos y se convirtieron en economistas, politólogos y sociólogos; ahora, cada vez que hablaban, los andamios del mundo se movían y empolvaban la mesa de debate. Inauguraron el conflicto y los bandos se volvieron a dividir en dos, pero esta vez el terreno de batalla estaba parejo: la política.   

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Cosas que pasan en otra parte. Reseña de "Los niños y la literatura infantil" de Liora Stavchansky


La historia de un niño que no quería crecer me cautivó cuando la escuché por primera vez. La versión donde Wendy era una traidora me hizo empacar e irme de viaje sin avisarle a nadie –como quien escapaba de casa porque había sido sorprendido en su irresponsabilidad de hombre moderno–. Peter Pan me ensañó que aquello sólo podía ser una trampa –eso de crecer, quiero decir–, un atrevimiento de la mamá de Wendy que ante lo irremediable del hecho se atrevía a desearlo: “¡Oh, por qué no te quedarías así para siempre!”. Entendí que uno al amor, siempre llega niño.