jueves, 14 de junio de 2018

Reseña #8: “La sombra del viento” de Carlos Ruiz Zafón




Escribo desde hace muchos años, más de diez, más de quince, y cada vez lo hago peor. Será porque mi pináculo literario era apenas una lomita del trópico de mi tierra y ahora derrapo con violencia hacia el valle. Pero no importa, lo seguiré haciendo, al menos mientras ustedes sigan leyendo, o mientras algunas personas que me interesan me den esa señal que necesito para seguir quebrando teclados. Trato de hacerlo ver simple, pero es lo más difícil.

Les digo esto porque esta reseña (o lo que parezca) es un nuevo intento para conversar con ustedes. Se las dejo por aquí, más tarde irá al blog, yo quedo atento a lo que comenten y pregunten.

El autor:
Don Carlos Ruiz Zafón es una “máquina de aceleración perpetua”, cómo pinches no. Antes de usar lentes chiquitos a la Lennon que lo hacen ver más gordito y cachetón, este vato se dedicaba al periodismo. Y no escribía en un blog de marginales, no señores, al tipo lo había fichado una de las más importantes agencias de publicidad de su rancho. Pero dijo, así como quien ya no le quiere ir al América ni al PRI: “nel, antes de que me guste el varo, antes de que me chingue la rodilla, mejor me abro de aquí”. Así lo dijo, pero en catalán. Al día siguiente ya no se presentó al trabajo, como buen Godín no olvidó su [toper] ni su cargador pirata conectado bajo su pequeño cubículo de [colcenter]. Se fue para su casa y pidió pizza, cerveza y en cuanto cayó la noche se puso a escribir como enfermo.

Sus primeras obras, que metió a concursos y ganó algunos (sin fraude, mi Canallín, sin fraude), versaron sobre fantasía y terror. Pero eran de corte juvenil, o sea que siempre había dos adolescentes que se agarraban sus cosas y se guardaban el secreto. Esos libros no se vendieron como él hubiera querido, entonces se dijo: “¡Belinda, Belinda, Belinda!, si estaba chido en aquella chamba, para qué pinches me salí”. Todo esto en catalán, no lo olviden, errantes. Pero este vato no se pasaba las horas en el feis corriendo el carrusel, él sí trabajaba y sin decir “agua va”, presentó a un editor incrédulo, como todos al principio, La sombra del viento, que lo hizo ganar millones y millones de euros en los dos primeros años.

A los que le hacían [burlin] por haber dejado su chamba, les mandó un meme en el que escribió “entonces qué, ¿si se va a hacer o no se va a hacer la carnita asada?". Ya saben, en catalán.

Los curiosos dicen que a Carlitos le gusta coleccionar dragones, que tiene muchos en casa, más de cuatrocientos.

Mis intereses:
Hace muchos años, yo aún estaba estudiando psicología, pasé por una de las peores rachas de mi vida académica. Desinteresado por lo que decían mis maestros decidí desertar e irme a escribir. Así, sin más, dejé de ir a la U y me la pasaba en los cafés del Centro Histórico, me dejé el cabello largo y la barba de chivo. Así era feliz, hasta que la beca dejó de llegar y me dije en zapoteco tipo catalán “ah, cabrón, así no se puede ser poeta y trovador errante”. No tuve más que volver a clases y tragarme tantas horas de discursos de psicología que creía innecesarios pero que hoy son los que me han dado de comer y me han permitido comprar libro y más libros.

Como premio a mi regreso a la U me regalé el libro de Carlos Ruiz Zafón, así como quien se da premios por lo que es su obligación. Y entre los textos de las materias me rebuscaba el tiempo para leer La sombra del viento. Quedé fascinado, aunque muchos de mis amigos sabios (más mamones que la sopa de caca) me decían que era un [becseler] y que ellos no leían [becseleres]. Claro que los mandé al huevo, eran esa clase de chicos que regalaban a Sade los 14 de febrero. La huevada estaba hecha. Leí a Ruiz Zafón con voracidad y lo he vuelto a leer quince años después.

Me dicen que es una tetralogía y que ahora me tengo que chingar los otros tres títulos de la serie. Tampoco me cuelgo de la vaca. Quizá hasta ahí llegue. De hecho, si alguno de mis lectores ha leído Zurda melancolía (mi primera y modesta novela) entenderá la importancia de La sombra del viento en mi vida.


De qué va el libro:
Como ya vieron arriba, el número de páginas suman más de quinientas. Parece una historia de vampiros este ladrillito. Pero relax, siempre es la misma historia. De ahí la maestría y el talento de Zafón. Daniel, el que narra en tiempo real su vida, encuentra La sombra del viento, un libro escrito por Julián Carax, en el “Cementerio de los libros olvidados”. A Daniel le gusta tanto la historia que regresa al mismo sitio para preguntar si hay más libros del autor. Pues no, no había más, y no porque Carax no hubiera publicado otros libros, sino porque alguien eligió como deporte convertirlo en su villano favorito y se dedicó a desaparecer su obra. Ahí está la trama de la novela.

Carax, fue un escritor fracasado que en su infancia fue adoptado por un empresario de Barcelona. La hija de este empresario estaba buenísima y Julían Carax pues… bueno, ya saben. El empresario guardaba un secreto que incluía a Sophie (la madre de Carax), a un sombrerero despota (el padrastro de Carax), a la guapa Penélope (la hija del empresario), al mismo empresario (el supuesto padre de Carax). Daniel va descubriendo esta trama y de pronto se da cuenta de que él mismo saldrá embarrado de este mole negro de fiesta de pueblo.

Ricardo Aldaya, así se llamaba el empresario, se revienta en rabia al saber que Julián lo iba a convertir en abuelo y con odio dice a su hijo: “quiero que le partas su madre a ese wey”, así, pero en catalán. Carax huye, su amor de toda la vida no llega a la estación para subirse al tren con él, se va a Francia y se vuelve un hombre solitario, borracho y escritor de tercera división.

Esta historia es la que investiga Daniel con sentido detectivesco, lo hace junto con otros personajes que son precisamente los que conectan el pasado con la vida presente. De pronto Daniel está muy relacionado física y emotivamente con la vida de Carax. Incluso, en cierto momento de la historia parecen compartir ciertos rasgos de personalidad.

Carlos Ruiz Zafón

Mi opinión:
Mi maestro de escritura creativa siempre me repetía “a veces escribimos cosas que no podemos vivir y que, de forma masoquista, nos hubiera gustado experimentar”. Otra amiga actriz (yo sí tengo amigas actrices) me dijo “Afonso, de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que has vivido de la misma manera en que escribes”. Por mi parte puedo decir que los dos tienen razón. Y creo que Zafón me recordó el momento exacto cuando inició mi amor por la lectura y por los libros.

La sombra del viento tiene mucho de honestidad, la honestidad de un escritor que confió en su voz, tanto confió en ella que a veces es la misma voz en todos los personajes. Fermín de Torres sería mi héroe en la novela, ese Don Ramón que la rompía cuando lograba vengarse de quien lo humillaba. Y es que cuando uno es honesto como lector, sabe reconocer que le gusta la cursilería con tres de azúcar, que ama lo que parece imposible de suceder en las historias que lee.

El libro es muy largo innecesariamente, pero tal vez alguien le dijo a Zafón “a los vatos de ahora les gusta traer mamotretos con lentes de pasta porque así se ven más intelectuales”, así, pero en catalán. Y va Carlitos y escribe una inolvidable historia que ha marcado a muchas generaciones.

Brevedades del libro:
Los críticos dicen que Zafón reconstruyó una Barcelona de los 40’s al estilo Dickens o Víctor Hugo. Supongo que sí. El caso es que uno lee el libro y sabe que en cada escena hay un chingo de neblina y demasiados locales con libros viejos. Se pueden oler. La magia de la ficción.

Otra brevedad es que La sombra del viento fue escrito completamente de noche. O sea que este vato no gastaba su valioso tiempo como ustedes… en el feis.

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